Los seres humanos nos podemos adaptar al medio porque tenemos un conjunto de capacidades de distinta condición que ejercen una función específica e importante. Así, por ejemplo, gracias a las capacidades motoras podemos coordinar nuestros movimientos para andar, correr o subirnos a una bicicleta. También poseemos capacidades emocionales que nos hacen sentir miedo ante un acontecimiento que podría sernos perjudicial o que nos permiten empatizar con el ser humano que está sufriendo. Asimismo también hay otras capacidades como las psicosociales y las cognitivas. Las capacidades cognitivas (razonamiento, abstracción, percepción, atención, memoria, etc.) nos permiten crear mentalmente un esquema de lo que voy a hacer mañana, recordar lo que hice en la última excursión, reconocer la cara de un amigo al que hace años que no he visto, etc.
Las capacidades humanas pueden ser mejoradas... poniéndolas en funcionamiento. Nadie esperará correr una maratón si no es capaz de entrenar más de media hora cada dos días. Lo que está claro es que, además, el entrenamiento atlético mejora sus habilidades en este sentido y también aumenta la masa de los músculos utilizados. Por el contrario, si usted sólo práctica “sillón-ball” irá perdiendo sus facultades atléticas y reducirá masa muscular.
Cuando hablamos de estimulación cognitiva se ponen en funcionamiento una serie de técnicas para mejorar las diferentes capacidades cognitivas.
En un estudio ya clásico (de la última década del siglo pasado) de R.J. Hammm y col. titulado “Exposure to environmental complexity promotes recovery of cognitive function after traumatic brain injury”, que apareció en Journal of Neurotrauma, se provocó una lesión cerebral traumática en ratas y los animales así tratados se colocaron en un “entorno complejo” —que poseía numerosos objetos que estimulaban la actividad motora, visual, olfativa, etc.—, y otros en un entorno “normal”. Después de unos quince días de la lesión se evaluó la actividad de los dos grupos y se comprobó que las ratas del medio complejo realizaban mejor la tarea del laberinto de Morris (muy común en los roedores para comprobar tareas de aprendizaje) que las de los roedores que se habían recuperado en un medio estándar. Y además, cuando se estudiaron los cerebros de los animales se comprobó que el recrecimiento de las conexiones entre las neuronas, esto es, el aumento de las ramificaciones dendríticas era mayor en los cerebros de los roedores recuperados en un ambiente enriquecido. Estudios posteriores han demostrado que cuando los ratones adultos son colocados en ambientes enriquecidos llegan a tener un cerebro con un 15% más de neuronas que los que se desarrollan en un ambiente “normal”.
Y es que el cerebro es plástico durante toda la vida, lo que no excluye el hecho de que la plasticidad cerebral disminuya con la edad y, además, la plasticidad no afecta exclusivamente a las conexiones entre las neuronas sino al número de ellas.
En efecto, se ha quedado vieja la hipótesis de que las neuronas que mueren no son reemplazadas. Esto, que es verdad en general, no se ajusta a lo que sucede en determinadas regiones cerebrales de muchos animales: aves, ratas, el mono tití y humanos. Se ha demostrado que hay neurogénesis, formación de neuronas, en el adulto, en el hipocampo, una estructura cerebral que sabemos que está relacionada con la memoria, y en algún caso (macaco) se ha verificado la proliferación neuronal en la corteza cerebral.
En nuestra especie, en concreto en la enfermedad de Alzheimer, las tareas de estimulación cognitiva están produciendo buenos resultados.
En resumen, parece más que evidente que la actividad cognitiva guarda relación con la salud cognitiva de las personas y probablemente usted habrá comprobado, o quizá intuido, que la educación guarda una relación positiva con el vigor cognitivo. Así que, a la luz de lo que la neurociencia nos indica y puede explicarnos hoy, estudie y lea, intente aprender todo lo que pueda de las materias más diversas, déjese emocionar por su músico favorito, intente recordar aquella poesía que le evoque algún recuerdo, haga cálculo mental cuando sea preciso, déjese emocionar con la contemplación de un cuadro hermoso e intente comprender el porqué de una bella construcción arquitectónica; esto es, mantenga su mente activa, hágala trabajar de todas las maneras posibles porque esto es, probablemente, lo que retrasará o impedirá un anómalo funcionamiento cerebral y, en caso contrario, mientras actúe de esa forma disfrutará de lo mucho bueno que podemos encontrar en la vida y, seguro, será más feliz.
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