Todos estamos de
acuerdo en que el cerebro humano es una adquisición evolutiva que, en cuanto a
su funcionalidad, no guarda comparación alguna con el de otras especies
animales. Por eso, tenemos un deber para con la naturaleza: utilizarlo. A nadie
se le ocurriría vendarse las manos para no manipular los objetos y sin embargo,
sé de muchas personas que utilizan poco su cerebro, son receptoras de información
del exterior: olores, sabores, imágenes (muchas imágenes, sobre todo las que
proceden de la televisión), sonidos, etc., pero no analizan lo que reciben,
sino que responden casi, automáticamente a esos estímulos; digamos, por decirlo
de manera simplificada, que utilizan casi exclusivamente su cerebro más
primitivo, el reptiliano.