La neurobiología ha hecho famosas a personas que han tenido la desgracia de sufrir una lesión que, posteriormente, ha sido estudiada con gran meticulosidad por numerosos científicos de todas las épocas. Voy a dedicar unas líneas a Phineas Gage, que ha pasado a la historia por ser el primer caso, descrito científicamente, de una persona con alteraciones emocionales importantes como consecuencia de una lesión en la corteza orbitofrontal.
En 1848, Phineas Gage es un hombre de 25 años, eficiente y capaz, que trabaja como capataz de una cuadrilla empleada en la construcción del ferrocarril entre Rutland y Burlington en el estado de Vermont (Nueva Inglaterra). Es uno de los encargados de eliminar los obstáculos del terreno: perfora la roca, rellena de pólvora (hasta la mitad) el hueco, pone la mecha y cubre todo con arena. Después, todo se comprime con una baqueta, se enciende la mecha y la explosión destroza la roca. Pero el 11 de septiembre de 1848, Phineas se despista y antes de que uno de los hombres bajo su mando hubiera introducido la arena, baquetea con su barra de hierro y este descuido provoca una explosión que hace que la barra de 5,5 Kg, 135 cm de longitud, 2,5 cm de diámetro y un extremo puntiagudo…salga disparada hacia su cabeza: penetra por la mejilla izquierda y sale por el lado izquierdo de su frente produciendo una lesión extensa de la corteza prefrontal. La barra llega hasta unos 30 metros con la huella sanguinolenta del suceso. Según los trabajadores que lo acompañaban ese día, la barra vuela unos 20 metros y cae a tierra, cubierta de sangre y porciones de cerebro.
Los testigos del desgraciado accidente comprueban estupefactos que Phineas no ha muerto, ven como convulsionan sus brazos y sus piernas y que ¡a los pocos minutos! les balbucea algunas palabras. Sus compañeros lo llevan en una carreta de bueyes hasta un hotel que se localiza a unos mil metros del accidente y comprueban, con asombro, que Gage baja de la carreta por su propio pie. Allí es tratado por dos médicos: Harlow primero y Williams después, que describió la situación de la siguiente manera:
“Me di cuenta de la herida en la cabeza antes de descender de mi carruaje, al ser muy evidentes las pulsaciones del cerebro; también había un aspecto que, antes de examinar la cabeza, no podía explicar: la parte superior de la cabeza parecía algo así como un embudo invertido (…) El señor Gage, durante el tiempo en que estuve examinando esta herida, estuvo relatando a los espectadores la manera en que resultó herido; hablaba tan racionalmente y estaba tan dispuesto a responder a las preguntas, que le dirigí a él las preguntas de preferencia a los hombres que estaban con él en el momento del accidente, y que en aquel momento se encontraban alrededor. El señor Gage me relató entonces alguna de las circunstancias, como desde entonces ha hecho; y puedo afirmar cabalmente que ni en aquel momento ni en ninguna de las ocasiones subsiguientes, excepto una, lo consideré yo otra cosa que perfectamente normal”.