En primer lugar hay que decir que no hay ninguna diferencia entre los impulsos nerviosos que viajan por las neuronas, ya sea una neurona que parte del ojo, o una que es estimulada por una sustancia corosiva, etc. En efecto, lo que discurre por los axones son potenciales de acción (impulsos nerviosos), todos iguales. Dicho de otra forma, viendo el potencial de acción que se propaga por un axón de cualquier neurona, no podemos saber si pertenece a un circuito visual, olfativo o doloroso.
Toda la información procedente de los órganos de los sentidos llega a la corteza cerebral, donde será “traducida” o “interpretada” en función de la zona donde llegue el impulso nervioso. Así, los que terminan en una región concreta de la corteza occipital son interpretados como señales visuales y aquéllos que llegan a la corteza temporal son traducidos como sonidos.
Otra importante conclusión de lo anterior es la siguiente: si estimulamos con una señal luminosa un receptor gustativo, por ejemplo, es evidente que no se excitará, lo que supone que los receptores sólo son capaces de responder a un estímulo adecuado. Así que si un determinado receptor fuera estimulado por dos formas de energía muy diferentes, la información que percibiríamos sólo sería la que tradujera nuestra corteza cerebral. Hay un ejemplo muy claro que te permitirá entender este concepto.
Los receptores visuales son estimulados ante señales luminosas de diferente intensidad, color, etcétera. Ahora bien, si cerramos los ojos y nos los apretamos, estos receptores son también estimulados por la presión. Como resultado se generan impulsos nerviosos que viajan por las correspondientes vías hasta llegar a la corteza cerebral, que traducirá esas señales nerviosas como sólo ella sabe hacerlo, es decir, con luces, colores... Son los fosfenos que aparecen en los tebeos cuando un personaje recibe un gran golpe y se queda “viendo las estrellas”.
Toda la información procedente de los órganos de los sentidos llega a la corteza cerebral, donde será “traducida” o “interpretada” en función de la zona donde llegue el impulso nervioso. Así, los que terminan en una región concreta de la corteza occipital son interpretados como señales visuales y aquéllos que llegan a la corteza temporal son traducidos como sonidos.
Otra importante conclusión de lo anterior es la siguiente: si estimulamos con una señal luminosa un receptor gustativo, por ejemplo, es evidente que no se excitará, lo que supone que los receptores sólo son capaces de responder a un estímulo adecuado. Así que si un determinado receptor fuera estimulado por dos formas de energía muy diferentes, la información que percibiríamos sólo sería la que tradujera nuestra corteza cerebral. Hay un ejemplo muy claro que te permitirá entender este concepto.
Los receptores visuales son estimulados ante señales luminosas de diferente intensidad, color, etcétera. Ahora bien, si cerramos los ojos y nos los apretamos, estos receptores son también estimulados por la presión. Como resultado se generan impulsos nerviosos que viajan por las correspondientes vías hasta llegar a la corteza cerebral, que traducirá esas señales nerviosas como sólo ella sabe hacerlo, es decir, con luces, colores... Son los fosfenos que aparecen en los tebeos cuando un personaje recibe un gran golpe y se queda “viendo las estrellas”.