Genes e inteligencia son dos palabras
que en ocasiones parece que no pueden ir juntas ya que, para unos, la
inteligencia es debida casi exclusivamente a los genes y para otros sólo el
ambiente tiene una influencia significativa en la inteligencia.
No voy a entrar a explicar el término
inteligencia, un concepto nada objetivo, porque esto nos llevaría muchas páginas, pero podemos
aceptar la clásica definición: “Facultad de la mente que permite aprender,
entender, razonar, tomar decisiones y formarse una idea determinada de la
realidad”, o “la capacidad para resolver problemas o elaborar productos que
puedan ser valorados en una cultura concreta”, u otras más paradójicas; la de Woodrow
que considera que la inteligencia es la “capacidad de adquirir capacidad”, y la
muy clásica de Bridgman: “la inteligencia es lo que miden los test de
inteligencia”.
El psicólogo y profesor en Harvard Howard
Gardner habla de “inteligencias múltiples” y propone varios tipos de
inteligencia, todas importantes: lingüística, lógico-matemática, musical,
espacial, corporal-cinestésica (capacidad de controlar y coordinar los
movimientos del cuerpo), emocional,
social; a las que se han añadido otras como la naturalista, existencial, etc.
Dicho esto, entremos en la cuestión.
¿Por qué hay determinados grupos sociales que son más inteligentes que otros? O
más concretamente: ¿Por qué, como grupo étnico, los judíos asquenazíes tiene un
cociente de inteligencia (CI) por encima de la media de cualquier otro grupo?
Cochran, Hardy y Harpending, del Departamento
de Antropología de la Universidad de Utah, publicaron hace unos años un
artículo sobre la “Natural history of Ashkenazi intelligence”, que apareció en
la revista Journal of Biosocial Sciencie.
En este trabajo se expone una peculiaridad: los asquenazíes son muy buenos en
los test de inteligencia que tienen que ver con las actitudes matemáticas y lingüísticas
(con valores por encima de cualquier etnia) y, sin embargo, están por debajo de
la media en los test que informan de las aptitudes espaciales. Y esto debe de
llamarnos la atención porque en la mayoría de las personas estos componentes
(matemático y verbal por un lado y el espacial por el otro) están muy
relacionados.
También sabemos que en el siglo X se
produjo una emigración masiva de estos judíos hacia Europa oriental y central y
que era una población dedicada al préstamo dinerario, algo que requiere saber
leer y escribir correctamente (lo que no hacía una gran mayoría de contemporáneos).
Además, necesita de cálculos que entonces eran difíciles, en la medida que no existían los
números arábigos (no aparecieron hasta el siglo XVI) y había que usar la
numeración de los romanos, donde no hay cero. Por eso es fácil aceptar lo que
dicen los antropólogos norteamericanos cuando se refieren a la alta capacidad
intelectual de los asquenazíes.
La conclusión primera es factible: era
un grupo económicamente desahogado y, por tanto, con más descendientes, esto
es, con más éxito reproductivo que sus contemporáneos, es decir, con más hijos
en un mundo lleno de penalidades y, consecuentemente, con más probabilidades de
supervivencia. Y no es casualidad que hasta los albores del siglo XVIII se
ocuparan principalmente del préstamo y de la recaudación de impuestos. Como la
inteligencia tiene un fuerte componente genético, los científicos de Utah
suponen que es lógico concluir que cinco siglos son suficientes para explicar
la diferencia del CI indicada antes.
¿Y por qué no ocurrió en los judíos que
se mantuvieron en territorios más hacia el Oriente o en los sefardíes? La
respuesta parece clara; estos grupos se
ocupaban de asuntos que no necesitan de aportaciones intelectuales especiales: tintoreros,
tejedores, zapateros, peleteros, etc.; quizá por esto sus CI son semejantes a
los de los europeos no judíos de los mismos territorios.
Cochran y su grupo van un poco más
adelante: creen saber algunos de los genes responsables de esta situación.
Los sefardíes, por ejemplo, tienen
alteraciones genéticas que no comparten con los asquenazíes, lo que implica
que, necesariamente, estos dos grupos se separaron antes de que aparecieran las
patologías. Han estudiado la enfermedad de Tay-Sachs, la de Niemann-Pick, mucolipidosis
IV y la de Gaucher, cuatro enfermedades que poseen una marcada incidencia en los
asquenazíes, que son debidas a alelos recesivos y que, por tanto, son letales
en homocigosis: no se puede vivir con las dos copias de la mutación.
Responden a una herencia como la
siguiente:
Y el equipo de Utah supone que estas
patologías, que debieron acaecer más o menos en el mismo tiempo…¡tienen
relación con la inteligencia!
Estas mutaciones, que tienen que ver con
la acumulación de unos lípidos denominados genéricamente esfingolípidos,
probablemente fueron favorecidas por la selección natural porque tenían que ver
con la inteligencia. Y es que los heterocigotos tienen una ligera acumulación
de esfingolípidos que les podría afectar negativamente pero, afortunadamente,
la plasticidad del sistema nervioso hace que las personas que sólo tienen un
representante mutado incrementen las conexiones interneuronales, lo que podría
explicar el aumento de la inteligencia.
Hay algunos datos estadísticos
realizados en Israel que demuestran que los pacientes con una de estas
anomalías, la de Gaucher, por ejemplo, tienen, como grupo, un CI superior a la
media.
Por otra parte parece que hay otras
mutaciones presentes en los asquenazíes que afectan a la reparación del ADN. Aunque
todavía está por investigar con más detalle, parece que alguno de estos genes reduce
la división celular de los neuroblastos (las células a partir de las cuales se
forman las neuronas), por lo que su mutación y, consecuentemente, escaso o nulo
funcionamiento provocaría la formación de neuronas adicionales, lo que
contribuiría al incremento del CI.
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