Incógnito es un interesante libro de David Eagleman que ha sido publicado recientemente (2013) en nuestro país por las editoriales Anagrama y Círculo de Lectores.
El autor se especializó en literatura inglesa y norteamericana. Más tarde se doctoró en Neurociencias en el Baylor College of Medicine en 1998, y después realizó estudios posdoctorales en el Instituto Salk. Hoy dirige un laboratorio de investigación de la neurociencia en el Baylor College of Medicine. Bastará decir, para concluir esta breve sinopsis biográfica, que Eagleman ha publicado en Science y Nature.
El libro está organizado en siete capítulos, más los obligados agradecimientos, notas, bibliografía, glosario, etc.
En primer lugar habrá que agradecer que un científico salga de su “garito” y nos muestre lo que sabe con un lenguaje ameno y accesible a un público no especialista. Y que esto lo haga con rigor.
El subtítulo de Incógnito nos da una idea del contenido del libro: Las vidas secretas del cerebro. La consciencia del hombre, del ser humano, puede ser modificada por actividades no conscientes, o en palabras del autor: “La mente consciente no se halla en el centro de la acción del cerebro, sino más bien en un borde lejano, y no oye más que susurros de la actividad”. Y para demostrar estas y otras afirmaciones Eagleman recurre a un lenguaje brillante, a ejemplos sugerentes: ilusiones ópticas, patologías neuronales, etc. En efecto, a lo largo de esta obra de neurociencia afloran numerosos conceptos de la mano de la historia de la ciencia, literatura, filosofía, sociología, derecho, etc.
En el libro se hace patente la “reconsideración” de ciertos términos jurídicos en la medida que nuestro libre albedrío está en gran medida condicionado… por la biología; y es que, evidentemente, los genes (naturaleza) y la educación (ambiente) tienen mucho que decir en la gestación de esa maravillosa estructura que es el cerebro. Asimismo, se nos muestra que la conciencia ejerce un control incompleto sobre el funcionamiento mental, lo que afecta a la responsabilidad y lo que implica necesariamente que la jurisprudencia del futuro se basará, o deberá fundamentarse, en la biología. No se trata de exculpar a los delincuentes, sino de comprender la neurobiología para poder llegar a una política social más acertada.
Y es que el autor entiende el cerebro como un equipo de rivales entre los que están por un lado la razón y la emoción, los deseos a corto y largo plazo, las diferentes regiones cerebrales participando en la misma tarea, etc.
En fin, este magnífico libro concluye con unas palabras espléndidas referidas al cerebro: “Es lo más asombroso que hemos descubierto en el universo, y es nosotros”.
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