La depresión mayor, el más frecuente de
los trastornos del estado de ánimo, es una patología que afecta al
funcionamiento general de una persona: produce ánimo deprimido, pérdida de
interés, algunas alteraciones que pueden afectar al sueño, apetito, etc. y disminuye
la capacidad de respuesta ante los acontecimientos. Parece que alrededor del
20% de los adultos han tenido o van a padecer un trastorno de este tipo a lo
largo de su vida. Aunque inicialmente la depresión se relacionaba
exclusivamente con un déficit de los neurotransmisores norepinefrina y
serotonina, en la actualidad también se incluye a la dopamina, lo que implica
que el conjunto de las tres monoaminas funciona incorrectamente.
Se hace necesaria la búsqueda de
señales, de marcadores que indiquen que la enfermedad se ha iniciado, se puede
producir o se está manifestando. Mucho se está investigando en este sentido y
en esta entrada les indico algunos hechos que en la actualidad pueden facilitar
a los psiquiatras el diagnóstico preciso de la depresión.
*El desarrollo y mantenimiento del
sistema nervioso de los vertebrados requiere de unas sustancias de naturaleza
proteica denominadas neurotrofinas: el
factor de crecimiento nervioso (NGF), el factor neurotrófico derivado del
cerebro (BDNF), las neurotrofinas-3 (NT-3), y las neurotrofinas-4 (NT-4).
De estas cuatro neurotrofinas, el BDNF
es interesante en la depresión en la medida que sus niveles son menores en las
personas que padecen esta patología. Esta sustancia favorece la aparición y el
mantenimiento de nuevas sinapsis, es fundamental en procesos de plasticidad
neural en lugares importantes para el aprendizaje y la memoria, tales como el
hipocampo, la corteza y la amígdala, entre otros. En situaciones estresantes el
gen del BDNF podría ser reprimido en algunas neuronas, lo que desencadenaría la
muerte por apoptosis de esas células y supondría una reducción del volumen
encefálico de las estructuras implicadas, lo que está de acuerdo con algunos
estudios de neuroimagen en pacientes deprimidos. Esto implicaría que los
antidepresivos provocarían la activación de los genes neurotróficos.
Por
otro lado, el BDNF y el neurotransmisor glutamato están interrelacionados: el
glutamato estimula la expresión del BDNF y esta neurotrofina incrementa el
desarrollo y la vida de las neuronas glutamatérgicas. Lo que parece claro, en
fin, es que el BDNF puede ser un excelente marcador de la depresión en la
medida que en la sangre de los deprimidos hay una menor concentración de la
neurotrofina que en las personas sanas y, además, las puntuaciones obtenidas, en
la escala
de Hamilton,
por los pacientes deprimidos correlacionan negativamente con las
concentraciones sanguíneas de BDNF.
*En segundo lugar, las modernas técnicas
de neuroimagen parecen demostrar que, en reposo, el córtex prefrontal
dorsolateral es menos activo en los pacientes deprimidos que en los normales y,
sin embargo, en la amígdala y el córtex prefrontal ventromedial son más activos
en los deprimidos que en las personas no afectadas por este trastorno.
*Por otra parte, en las personas que
padecen depresión mayor hay un aumento general de la actividad hipotálamo-hipófisis-corteza adrenal que
conduce a unos altos niveles de cortisol, lo que favorece la recaptación de
serotonina y, consecuentemente, reduce la concentración de este neurotransmisor
en el espacio sináptico.
*Además, y tal como hemos escrito en
otra entrada,
hay una correlación entre la hipocolesteronemia y la depresión, medida ésta con
la escala de Hamilton.
*Finalmente, se ha relacionado el bajo
nivel de ácido fólico con una escasa respuesta a los tratamientos
antidepresivos, lo que podría suponer que una dieta pobre en esta vitamina
sería un factor de riesgo en el desarrollo de la depresión. Por otro lado, hay
correlaciones negativas entre la duración de la depresión y los niveles de ácido
fólico y de vitamina B12.
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