Es conocido por todos que los altos
niveles de colesterol en la sangre están relacionados con el incremento del
riesgo de sufrir problemas cardiovasculares: infarto de miocardio,
hipertensión, ateroesclerosis, etc. Es por esto que hay una tendencia a creer
que habrá que tener una concentración
sanguínea baja de este lípido… y cuanto menor, mejor. Quizáconocerá a
un amigo hipercolesteronémico que está tomando estatinas con el fin de bajar
sus altos niveles de colesterol.
Probablemente se preguntará qué tiene
que ver esta introducción en un blog de neurociencia. Veamos.
Desde hace bastantes años se viene
investigando en la relación existente entre los bajos niveles sanguíneos de
colesterol con el riesgo de muerte por suicidio o en situaciones violentas. También hay estudios epidemiológicos que demuestran una relación entre la reducción del colesterol en plasma y el suicidio; además, se ha comprobado la presencia de niveles medios de colesterol en delincuentes, y muy especialmente en los que se han comportado violentamente (con conductas suicidas).
Por otro lado, hay que recordar que la
serotonina es un neurotransmisor que se
encuentra en neuronas que se proyectan a diferentes regiones de la corteza
cerebral (corteza prefrontal, cerebro anterior basal, estriado, amígdala, etc.);
estas neuronas actúan como reguladoras del estado de ánimo, la ansiedad, el sueño
y otras funciones.
Sabemos que el colesterol es un lípido
que forma parte de las membranas de células animales, entre las que están las neuronas, y
que es el precursor bioquímico de muchas hormonas (sexuales, de la corteza
adrenal), de la vitamina D, etc.
Jay Kaplan comparó grupos de monos, con
la misma masa corporal, a los que se les suministraba dos dietas con idéntico
contenido calórico, pero unos tomaban
una dieta baja en colesterol y otro una alta. Los primeros mostraban una
mayor agresividad que los segundos y tenían en el líquido cefalorraquídeo menor
concentración de 5HIIA (lo que implicaba una reducción de la serotonina) que
los que seguían una dieta alta de colesterol. La disminución de la serotonina
genera un aumento de las conductas relacionadas con la búsqueda de comida y de toma
de riesgos.
Parece, por tanto, que el colesterol bajo puede
disminuir la serotonina y que el colesterol alto produce lo contrario. Con
estos datos, y desde el punto de vista evolutivo, es posible encontrar una
relación entre el colesterol y la serotonina de la siguiente manera: muchos
alimentos ricos en energía tienen altos niveles de colesterol y una
dieta pobre en colesterol provocaría un descenso de los niveles de serotonina
que desembocaría en conductas de ingesta. Así que lo más probable es que nuestros antepasados buscaran alimentos ricos en colesterol que, además de ser más energéticos, les mantuvieran con unos niveles adecuados de serotonina.
Pero esto funcionaría en esta dirección
hace decenas de miles de años. Hoy nuestra alimentación suele ser rica en
colesterol (generalmente demasiado) y quizás la ingesta de sustancias que provocan la disminución de la
colesteronemia puedan además, y esto es más grave, generar el descenso de la serotonina... lo que podría desencadenar cuadros depresivos.
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