Es probable que el título de este artículo
pueda resultar provocador a ese conjunto de personas que, por ser políticamente
correctas, consideran que no se puede hablar de esta manera ya que los cerebros
son iguales, esto es, no son ni masculinos ni femeninos, son cerebros humanos,
sin calificativos. Y si usted opina lo contrario es un machista retrógrado y
cosas por el estilo. Y es que para muchos todavía sigue siendo cierto que las
diferencias sexuales no dependen más que de la educación, lo que es cierto pero
sólo en parte. Primero son los genes, después las hormonas y finalmente el
ambiente los que gestan, desarrollan y modulan el cerebro de los seres vivos.
Sabemos que la diferenciación sexual
ocurre en el útero aproximadamente a los dos meses de gestación; la razón se
encuentra en un gen (masculino) que hace que la gónada indiferenciada se
transforme en testículo; si no existe ese gen la gónada se diferencia en
ovario. Después, los testículos producirán unas grandes cantidades de
testosterona que modificarán el inicial cerebro unisex que será transformado en
un cerebro masculino, en un cerebro en el que los centros neurales que
intervienen en la comunicación reducirán su tamaño y los que intervienen en las
conductas agresivas aumentarán (si los comparamos con los cerebros sin
testosterona). Si no hay esta hormona masculina los cambios discurrirán por
otra dirección: los grupos neurales de la comunicación y las áreas implicadas
en la emoción presentarán más conexiones.
Y hay datos que demuestran que la
testosterona y la usencia de la misma han generado comportamientos muy
peculiares muy pronto, después del nacimiento, a una edad muy temprana, tan
temprana que nadie puede implicar a la educación de los cambios en la conducta
y aptitudes masculinas y femeninas. Veamos.
Las recién nacidas de menos de un día de
vida responden más a los llantos de otro bebé y a la cara humana que los varones
de la misma edad.
Asimismo, durante los tres primeros
meses de la vida extrauterina las aptitudes de las niñas para la observación
facial crecen un 400%, lo que so se detecta en los niños. Por otra parte la
percepción de las niñas de una amplia gama de tonos es considerablemente buena,
mientras que los niños muestran unos resultados peores en lo que a la percepción
de las frecuencias se refiere.
Finalmente, cuando son
un poco mayores, a los 4 años, un estudio importante cotejó cómo eran las
relaciones sociales de los niños de esta edad en función de cuántos de los restantes
niños deseaban jugar con los sometidos a estudio. Los resultados fueron
espectaculares en la medida que las niñas ganaron llamativamente a los niños.