En condiciones naturales, la situación estresante más generalmente utilizada es la del entrenamiento militar de los paracaidistas. Una de las primeras aportaciones en este sentido fue un trabajo de psicobiología del estrés de Ursin, Baade y Levine y que data de 1978. Estos científicos estudiaron los cambios psicológicos y fisiológicos que se producían durante el entrenamiento en paracaidismo de unos reclutas del ejército noruego. Tomaron muestras de sangre y orina de los soldados antes del entrenamiento y conforme éste avanzaba.
El entrenamiento simulaba la caída libre del paracaidista: se debían mover a lo largo de un cable inclinado, con el que estaban unidos mediante un gancho, desde una altura de 12 metros. Hay que hacer notar que aunque es una situación eminentemente emocional, los soldados saben perfectamente que su vida no corre ningún peligro. Los científicos encontraron cambios significativos que eran una consecuencia de la activación del sistema neural y endocrino. Así, se vio que tanto la hormona cortisol de la corteza suprarrenal, la adrenalina y noradrenalina de la médula suprarrenal, y la hormona del crecimiento segregada por la adenohipófisis se comportaban de manera similar: el primer día de entrenamiento había una espectacular subida de los niveles de estas hormonas si se comparaban con las cantidades existentes antes del primer lanzamiento; progresivamente, con las sucesivas pruebas, iba bajando el nivel de cada una de estas sustancias hasta hacerse prácticamente igual al detectado en el día anterior al primer salto. Bien es cierto que la recuperación de los niveles normales variaba con cada una de ellas.
Hay una hormona, la testosterona producida por los testículos, que tenía un comportamiento diferente: sólo el primer día su concentración en sangre descendía considerablemente, lo que estaba de acuerdo con los resultados obtenidos en animales sometidos a una situación de miedo.
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