Hay mucha gente que cree que sólo se puede ser una persona apta para la música si el cerebro tiene unas condiciones adecuadas, dicen que hay que poseer unas aptitudes sin las cuales no se puede ser un buen músico. Claro que no estoy pensando en una persona con el nivel musical de Juan Sebastián Bach o con la capacidad interpretativa de Alfredo Kraus, se trata de saber si el cerebro de un músico está, de alguna forma, “predestinado” para ser un intérprete de algún instrumento o, por el contrario, el hecho de ejecutar música es lo que ha provocado la modificación de ciertas estructuras cerebrales como consecuencia de eso que llamamos plasticidad cerebral y que ya se ha comentado varias veces en este blog.
Los primeros momentos de la formación musical (entre los tres y cinco años) son aquellos en los que, generalmente, la plasticidad del cerebro es enorme.
Hay que recordar, aunque el lector está al corriente, que desde hace más de 20 años se puede saber con bastante detalle cómo es el cerebro de una persona gracias a las llamadas técnicas de neuroimagen (Resonancia Magnética Funcional, Tomografía por Emisión de Positrones, etc.) y que, por tanto, es posible diferenciar el cerebro de un guitarrista profesional del que no distingue una sonata de Beethoven de la sintonía de un telediario. Veamos cuatro detalles anatómicos que guardan relación con la música.
Hay una estructura cerebral que conecta los dos hemisferios cerebrales, denominada cuerpo calloso, que permite que la información que recibe uno de los hemisferios pase al otro; pues bien, desde los últimos años del siglo XX sabemos que el cuerpo calloso es más grande en los músicos profesionales que en los que no lo somos y, concretando un poco más, es mayor en los músicos que empezaron su formación musical antes de los 7 años que en los que la abordaron después y que en los que no tuvieron un aprendizaje musical significativo.
Durante mucho tiempo, los estudiantes de música están sometidos a un fuerte entrenamiento motor que permite unas destrezas especiales en ambas manos. Aunque no hay pruebas totalmente definitivas de que el entrenamiento musical ha generado una serie de cambios en la corteza motora, todo parece indicar que así ocurre, ya que el inicio precoz en la formación musical provoca diferencias estructurales que van modificándose con el tiempo. Entre el segundo y tercer año de nuestra vida se desarrolla una característica que todos conocemos: la lateralidad; somos zurdos o diestros. Está claro, entonces, que aquellas personas que tengan menos asimetría en su corteza motora podrán destacar en su rendimiento motor —al mover las manos sobre un teclado, sobre las cuerdas, etc.—, en comparación con los que son más asimétricos, que deberán hacer más esfuerzo para superar la lateralización cerebral. Algo semejante les ocurriría a las personas con una corteza motora menos desarrollada, que también tendrían más dificultades para la ejecución musical que los que tuvieran cortezas motosas más potentes. Además, hay estudios que señalan que los cambios anatómicos en la corteza motora guardan relación con la edad a la que ha empezado el aprendizaje musical y con la intensidad de la ejecución del instrumento.
El cerebelo es una estructura muy pequeña en comparación con el resto del encéfalo, pero tiene una gran importancia en la coordinación del movimiento, en la sincronización de los movimientos secuenciales, etc., esto es, es una pieza anatómica fundamental a la hora de ejecutar música. Los músicos varones tienen un porcentaje de volumen cerebeloso (en relación con total del encéfalo) mayor si los comparamos con los no músicos del mismo sexo; esta diferencia no se observa entre las mujeres, ejecuten o no un instrumento musical. Asimismo, se ha visto que hay relación positiva entre la intensidad de la formación musical y el volumen relativo del cerebelo, es decir, cuanto mayor es el tiempo que se dedica a la práctica de un instrumento mayor es el desarrollo del cerebelo en relación con el resto del encéfalo.
Finalmente, el plano temporal, una circunvolución cerebral en la parte superior del lóbulo del mismo nombre, es un área del cerebro marcadamente asimétrica, es mayor en el lado izquierdo que en el derecho en la mayor parte de los humanos. Sin embargo, lo más interesante es que los músicos que poseen oído absoluto (la capacidad para decir la nota de cualquier sonido sin ningún tipo de reflexión, sin pensar) tienen una simetría aún más marcada hacia la izquierda. No obstante, no piense que esto es fundamental para ser un músico excelente: uno estupendo como Mozart sí tenía tono absoluto, otro magnífico como Wagner, carecía de él.
Estos y otros muchos detalles de la anatomía cerebral son una prueba de que tener un cerebro anatómicamente adaptado facilitará mucho el aprendizaje y la ejecución musical, pero nuestra excelente morfología cerebral podrá ser modificada con la educación para ser capaz de ejecutar una magnífica pieza musical de Albéniz.
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