¿Se ha emocionado ante la contemplación
de una obra de arte? ¿Escuchando música? ¿Leyendo una poesía?
El literato francés Henri-Marie Beyle
(1783-1842), más conocido por su seudónimo Stendhal —el famoso autor de La
cartuja de Parma—, escribió un libro titulado Nápoles y
Florencia: Un viaje de Milán a Reggio, en el que narraba lo que le sucedió
al contemplar la florentina Basílica de la Santa Cruz. La impresión que le
produjo encontrarse ante las tumbas de personajes tan paradigmáticos como Alfieri,
Galileo, Miguel Ángel... y la belleza del conjunto le forjaron unos peculiares efectos: "Había llegado a ese punto de emoción en el
que se encuentran las sensaciones celestes dadas por las Bellas Artes y los
sentimientos apasionados. Saliendo de Santa Croce, me latía el corazón, la vida
estaba agotada en mí, andaba con miedo a caerme". Stendhal curó sus
emociones comentándole a un amigo lo que le acaba de suceder.
Las alteraciones fisiológicas que se
producen, en algunas personas, ante la belleza corresponden a un síndrome que
no fue descrito hasta 1979 por la psiquiatra italiana Graziella
Magherini. Es el denominado “síndrome de Stendhal” o ‘‘síndrome de la fruición artística
del viajero’’. Magherini escribió un libro sobre esta alteración, que apareció en
castellano en 1990 editado por Planeta.
La psiquiatra estudió desde el Hospital
de Santa María Nuova, de Florencia, el malestar psíquico de distintos pacientes,
casi siempre extranjeros, que visitaban esta magnífica ciudad de la Toscana.
Comprobó que había tres tipos de pacientes: a) las dos terceras partes
manifestaban alteraciones del pensamiento: cambios en la percepción de sonidos
o colores, sentimiento de culpa o persecutorio, ansiedad, etc.; b) un 30%
aproximadamente manifestaba trastornos de los afectos: angustias depresivas, sentimientos de inferioridad (inutilidad) o de superioridad (euforia, exaltación, ausencia de crítica de la realidad); y c) el resto expresaba angustia y crisis de
pánico (sudoración, desmayo, dolor precordial,
taquicardia, malestar epigástrico, etc.) También comprobó que algo más
del 50% de sus pacientes tenía antecedentes psiquiátricos y que se habían
producido algunos factores que desencadenaron el síndrome: cansancio,
insuficiente descanso nocturno, o el hecho de encontrarse al final del viaje.
La mayor parte de los afectados eran de un
nivel educativo inferior y entrados en años. Había muchos solteros, estudiantes
y desocupados y pocos empresarios y profesionales liberales, en comparación con
los visitantes que no manifestaron el síndrome. La mayoría de los pacientes
hacía turismo individual.
Y es que, a veces, el viaje, en su relación
con la búsqueda de conocimiento y emociones puede generar un malestar psíquico temporal
que es el resultado de una serie de cambios fisiológicos muy significativos.
Algunos científicos consideran que, a
veces, una obra de arte genera la expresión de sentimientos que nos conducen a rememorar
conflictos personales, de forma que el arte nos permite sacar a flote ciertas emociones
que de otra forma no emergerían. ¿Estarán las neuronas espejo en la razón de
ser de este problema? Es muy probable.
Ciertas
neuronas de la corteza frontal se activan cuando se observa una acción
realizada por otra persona y cuando se realiza la misma. Es una especie de
mecanismo por el que podemos “leer” las mentes de los demás y empatizar con
ellos y es que se cree que el "espejo" es el mecanismo neural por el
que las acciones, intenciones y emociones de otras personas pueden ser
entendidas de forma automática.
Hay autores que están en
contra de la existencia del síndrome de Stendhal. Quizá tengan razón pero lo
cierto es que, con razón o sin ella, es difícil no conmoverse ante la belleza
del arte en sus numerosas manifestaciones: El síndrome de Stendhal
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