Las emociones suelen tener relación con la capacidad de la piel para conducir la electricidad, lo que se denomina conductancia. Con los datos que hay en la literatura científica actual se puede decir que en la conductancia están implicadas las glándulas sudoríparas. Cuando mayor es la actividad simpática, mayor es la actividad de las glándulas sudoríparas. ¿No se ha dado cuenta de su sudoración ante una situación de angustia, miedo o ansiedad? Pues bien, si se colocan electrodos en las manos y se hace pasar por ellos una corriente eléctrica de muy baja intensidad, la facilidad con la que discurre dicha corriente —esto es la conductancia— depende del grado de humedad de la superficie de la piel. Si usted está tranquilo en casa, oyendo plácidamente una sinfonía de su compositor favorito, es muy probable que la conductancia sea mucho menor que cuando espera la calificación del último de los ejercicios de una oposición.
Los enfermos con lesiones en los lóbulos frontales presentan una manifiesta apatía emocional. Pues bien, en 1991, Tranel y los esposos Damasio, Hanna y Antonio, sometieron a varios de estos pacientes a una prueba de conductancia. En una primera aproximación comprobaron que la respuesta dérmica de los sujetos con lesiones frontales era semejante a la de los individuos normales, ya que respondían perfectamente a sucesos que, generalmente, causaban alteraciones en la conductancia; por ejemplo, un sonido inesperado.
Posteriormente, estos pacientes visionaron una sesión de diapositivas, la mayor parte de las cuales tenían un contenido emocional indiferente, otras, empero, eran inequívocamente perturbadoras. Las personas que no tenían lesiones cerebrales manifestaban un aumento de la conductancia ante las imágenes impactantes; sin embargo, los enfermos con lesiones frontales no alteraron la conductividad de la piel, aunque eran capaces de realizar comentarios muy precisos y atinados sobre el contenido de las diapositivas. Esto implicaba, necesariamente, que sabían y entendían lo que representaban las diferentes fotografías y que eran incapaces de manifestar respuesta emocional alguna; en algún caso, alguien dijo que “debería sentir lástima por la víctima”, aunque él no hubiera tenido ninguna perturbación. Y es que, como muy bien dicen los autores de este trabajo, “saber no significa necesariamente sentir”.
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