La dislexia es un trastorno neurológico heterogéneo que afecta a la capacidad de lectura y de deletreo y que no es debido a problemas visuales, motores o intelectuales. Esto supone que las personas afectadas por este mal manifiestan un desfase de ciertas capacidades intelectuales en relación con las de otros individuos en igualdad de condiciones y ausencia de dislexia.
La dislexia se puede manifestar cuando el niño está aprendiendo a leer, y entonces se denomina dislexia del desarrollo o también puede estar provocada por una lesión cerebral en personas que leían correctamente y, en este caso, se llama dislexia adquirida.
La literatura científica nos ha dado abundantes datos de que la lectura normalmente fluida es el resultado de, como mínimo, tres sistemas ubicados en el hemisferio cerebral izquierdo: uno localizado en la región inferior del lóbulo frontal, otro en la zona parietotemporal dorsal y, por último, un sistema occipitotemporal ventral.
Para unos científicos el problema de la dislexia radica en una incapacidad de procesamiento (y discriminación) de los impulsos sensoriales (de los que los lingüísticos son unos) de naturaleza acústica que se suceden a gran velocidad, y que parece que necesita el funcionamiento de regiones de la corteza prefrontal izquierda. Para otros, el problema reside de las partes implicadas en el procesamiento fonológico.
No obstante, a pesar de lo anterior, hay muchos científicos (generalmente psicólogos) que han considerado la dislexia un problema de carácter psicológico más que de naturaleza neurológica por una razón bastante concluyente: en la dislexia del desarrollo influye la cultura. Sin embargo, la dislexia, contrariamente a esto último, supone un trastorno cerebral.
En efecto, Paulesu y colaboradores han encontrado, en la primera década del siglo XXI, que esta enfermedad se presenta en el doble de angloparlantes que italoparlantes, lo que guarda relación con la estructura de los dos idiomas: el inglés tiene 40 fonemas que pueden deletrearse de 1120 formas distintas, mientras que el italiano sólo posee 25 fonemas que se deletrean de 33 maneras diferentes. El resultado es que los “bambinos” aprenden a leer mucho antes que los niños residentes en las islas británicas.
Además, utilizando las técnicas de tomografía de emisión de positrones (TEP) en personas no disléxicas, los adultos italianos al leer en voz alta mostraban más activa la zona superior del lóbulo temporal izquierdo, mientras que los británicos presentaban más actividad en los lóbulos frontales y en la zona inferior del lóbulo temporal inferior. Esto es: la lectura en voz alta se manifestaba cerebralmente distinta en dos lenguas tan diferentes como el italiano y el inglés. Pero, ¿que sucedía en los cerebros de los disléxicos?
Al estudiar las imágenes de TEP de cerebros de universitarios ingleses, franceses e italianos que manifestaban dislexia, los problemas de lectura de estos últimos eran menores pero, y esto es lo más importante, los tres grupos expresaban un funcionamiento cerebral anómalo en una región concreta: al leer tenían menor actividad en la parte posterior del lóbulo temporal en la proximidad con el occipital.
No hay comentarios:
Publicar un comentario