Mientras nuestro cerebro sea un arcano, el Universo, reflejo de su estructura, será también un misterio
(Santiago Ramón y Cajal)


7 de enero de 2009

El músculo que expresa emociones

Hay algunas personas que han tenido problemas vasculares importantes que han producido una interrupción del aporte sanguíneo a una zona del lóbulo frontal; el resultado ha terminado en un lesión cerebral unilateral, de uno solo de los hemisferios. Estos individuos presentan un comportamiento emocional diferente según la parte afectada. En efecto, podemos decir, de una forma general, que los pacientes con lesiones en el hemisferio derecho suelen estar animados y manifiestan indiferencia por la lesión que han sufrido, lo que implica que esas emociones están controladas por el lóbulo frontal del otro lado, el no lesionado; de manera casi opuesta, las lesiones en el lóbulo frontal izquierdo suelen desembocar en depresión y las personas afectadas se encuentran muy preocupadas por su situación, lo que supone que esas emociones negativas están gobernadas por el lóbulo frontal izquierdo. Estos y otros estudios similares han hecho que los neurobiólogos lleguen a la conclusión de que la actividad del hemisferio frontal derecho está asociada a la expresión de emociones negativas (miedo, ansiedad, depresión), mientras que la del izquierdo guarda relación con la expresión de emociones de alegría y contento.
Al menos parcialmente, todos podemos controlar de una manera voluntaria la expresión de las emociones porque nuestros músculos de la cara los sabemos mover a nuestro antojo: subimos las cejas, bajamos los labios, guiñamos un ojo, etc. Y este control voluntario, independientemente de las situaciones de hipocresía —en las que no quiero entrar—, tiene sus ventajas sociales. Así, saldremos más guapos cuando nos hagan una fotografía manifestando una “falsa emoción” que tendrá su “origen” en la corteza motora. Nosotros no tenemos ninguna facilidad para afectar al sistema límbico de manera que nos pongamos tristes o alegres “artificialmente”. Hay algunos, no obstante, que dominan esto con más destreza que la media de la población y se ganan la vida gracias a esta aptitud, porque son capaces de expresar emociones de las que carecen: son los actores y actrices. Otros no lo consiguen nunca, aunque también viven de ello. Sin embargo, es posible darse cuenta de esto de manera científica.
Hay un estudio clásico sobre este asunto que es debido al francés Guillaume Benjamín Duchenne (1806-1875). Este científico estudió la expresión de una emoción placentera, o de felicidad, fijándose en dos músculos de la cara: el orbicular que rodea el ojo y tira de la frente y de la piel de las mejillas hacia el globo ocular y el cigomático mayor, que hace que las comisuras de los labios vayan hacia arriba. Este último puede controlarse voluntariamente (lo que explica las sonrisas de cortesía) pero el orbicular sólo puede contraerse en casos de verdadero placer. En consecuencia, un ojo inactivo en una expresión placentera nos mostrará un mentiroso. El orbicular de los ojos, llamado más científicamente orbicularis oculi, ha quedado en la historia de la ciencia con otro nombre: músculo de Duchennne, que según el científico galo era activado involuntariamente por “las dulces emociones del alma”.
Ekman, en la década de los ochenta del siglo pasado, explicaba dos maneras de diferenciar la expresión de las emociones verdaderas y falsas. Hay unas expresiones faciales de corta duración, unos 50 milisegundos, que se manifiestan simultáneamente a la falsa expresión. Por otro lado, hay diferencias entre el gesto verdadero y el falso que se expresan en cualquier emoción y que un experto podría distinguir.

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