La biología de las emociones (y muy especialmente de las humanas) tiene muchos matices. Hay científicos que piensan que la emoción es un “estado consciente”, es decir, cuando se percibe una determinada situación, la que sea, se produce necesariamente una toma de conciencia que crea, obligatoriamente, una emoción. Esto supone que los procesos conscientes son necesarios y suficientes para tener una emoción. Sin embargo, hay numerosas formas de comportamiento emocional que no pueden ser explicadas, que son “inconscientes”. ¿No ha tenido algún comportamiento huraño con algún amigo y, no obstante, no estaba enfadado?
Ya sabemos que se puede entender la emoción como una conducta: nos irritamos y nos enfadamos. No obstante, es posible abstenerse de ella y estar sometido a una intensa emoción. Este comportamiento es muy interesante porque nos permite… ganar en una partida de mus, o de póker.
Cuando cogemos un alfiler y pinchamos a alguien estamos seguros que le produciremos algo de dolor, es decir, un estímulo doloroso generará siempre dolor. De manera similar, en un día soleado todos vemos el cielo azul. Sin embargo, los estímulos que provocan emociones están sometidos a otras leyes. Es evidente que las situaciones que nos pueden crear una emoción son, en numerosas ocasiones, enormemente subjetivas: la alegría que expresa un hincha ante el gol de su equipo favorito resulta ser indiferencia en alguien que detesta el fútbol. Además, el grado de individualidad de la emoción es tal que si decimos a dos seguidores del mismo equipo que nos expliquen la emoción que han sentido al contemplar el bello gol que ha metido el delantero centro, es posible que nos lo cuenten de manera muy distinta.
Además, nosotros, con mayor o menor fortuna, tenemos la capacidad de manifestar emociones que no se corresponden con un estado afectivo real, y algunos lo hacen o lo han hecho tan bien que han pasado a la historia y son conocidos por cualquier persona medianamente instruida; sus nombres: María Guerrero, Margarita Xirgu, Isidoro Máiquez, etc. Este hecho ha permitido que otras personas —Shakespeare, Calderón…—, escribieran textos donde se manifestaban emociones que después serían representadas ante un público que también iba a emocionarse.
2 comentarios:
malo
es interesante el heccho de como podemos percibir las cosas de modo tan diferente a los demas como entra en juego la individualidad de las emociones.
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