Mientras nuestro cerebro sea un arcano, el Universo, reflejo de su estructura, será también un misterio
(Santiago Ramón y Cajal)


3 de septiembre de 2016

Pintura y cálculos cerebrales

Hasta hace relativamente poco tiempo, la locura era una “enfermedad” que englobaba numerosas alteraciones, más o menos graves, del comportamiento. El ser humano, hasta hace poco tiempo, no comprendía nada pero sabía que algo anómalo estaba sucediendo.
La solución “científica” podía encontrarse en la trepanación que podría abrir una puerta por donde saldrían los malos espíritus o serviría para encontrar una supuesta piedra que provocaba en el demente ese estado.

Pero esta historia viene de lejos. En los escritos del médico persa, del siglo IX, Rhazes se puede leer sobre la existencia de unos charlatanes que dicen curar la epilepsia haciendo una incisión (supuesta) en la cabeza de la que sacaban algo... que habían escondido previamente. Esto es, simulaban una trepanación y curaban, o no, a los enfermos.
Por otra parte, la trepanación es un acto quirúrgico, usado por diferentes culturas (desde tiempos remotos) y en distintos territorios, para, supuestamente, eliminar diferentes dolencias: convulsiones, cefaleas, etc. o para facilitar la exclusión de los restos óseos de ciertas fracturas, drenar hematomas, etc. Y, de la misma forma que se podían crear cálculos biliares o renales, se podían generar otros en el interior de la cabeza que serían responsables de diferentes alteraciones mentales. En consecuencia, había que trepanar para extraer la piedra. A estas personas, casi nunca no se les solía realizar la operación, pero aquellos que la sufrían... probablemente no tendrían mucho tiempo para demostrar que se habían curado gracias a ella.
No obstante la antigüedad de este acto quirúrgico, la extracción no aparece en imágenes hasta finales del siglo XV y hay una abundante iconografía de ella en los siglos XVI y XVII.
El cirujano
 Y son muchos los ejemplos: El cirujano (que extrae la piedra de la locura), de Jan Sanders van Hemessen; la Extracción de la piedra de la locura, de Brueghel el Viejo; Removing the Stone de H W Weydmans; Extracción quirúrgica de la piedra de la locura de David Teniers, El Joven, etc.
Sin embargo, la primera obra importante que se acerca a este asunto es de final del siglo XV: es un conocidísimo cuadro de Hieronymus van Aeken, llamado El Bosco (1450-1516), el mejor exponente de la escuela holandesa durante el XV, que podemos contemplar en el Museo del Prado de Madrid y que lleva por título: Extracción de la piedra de la locura.

El cuadro está rodeado por una leyenda escrita con letra gótica: Meester snyt die Keye ras// Myne name is lubbert das (Maestro quítame pronto esta piedra // Mi nombre es tejón castrado (también traducido como: me llamo Lubbert Das”. Este nombre en la cultura holandesa se usa para referirse a la mayor estupidez humana.
Para algunos estudiosos de la obra de El Bosco parece que la inscripción fue realizada por otro autor, lo que explicaría las divergencias entre lo que se ve y lo que se lee.
Lo primero que nos llama la atención es que la operación se realiza en el campo y no en una sala. El enfermo es un hombre bajo, algo gordo que puede dar la impresión de ser el único personaje cuerdo de los cuatro. Queda muy claro que el pintor nos señala claramente que el paciente está dispuesto a pagar la intervención porque en su cintura  hay una bolsa abultada, con dinero. Sin embargo, está atravesada por un puñal, lo que indica que el hombre va a ser estafado.
El “neurocirujano” tiene puesto en la cabeza, en lugar de un birrete, un embudo, que en ocasiones se ha utilizado como símbolo del engaño, así que si el paciente está loco y le pide a un estafador que le quite la piedra. Pero lo más curioso es que lo que extrae de la cabeza no es una piedra, sino un tulipán de lago, como el que hay sobre la mesa y que, quizá, ha sacado antes, a este paciente o a otro. Así que, probablemente, queda claro que el paciente es un demente o un tonto, que es lo que en holandés significa “cabeza de tulipán”.
En la operación están presentes un religioso, que acaso va a suministrar al paciente un trago del agua que lleva en la jarra, y una monja que parece aburrida y que tiene sobre su cabeza un libro cerrado, lo que nos lleva a pensar que el pintor la representa como una persona no ilustrada, inculta, o quizá El Bosco esté representando el hecho de que algunas mujeres usaban como amuletos libros escritos con remedios tradicionales.
Finalmente, hay que destacar que la obra se incluye en un contexto en el que los cirujanos, que en un buen número eran charlatanes, ejercen como tales en lugares públicos y ferias y van acompañados de un espectáculo casi circense. Eran muy mal vistos por los médicos que se habían formado en las universidades.

En la actualidad, ¿algunos personajes calvos científicamente pero vendedores de espléndidas botellas de crecepelo resucitarán esta técnica con el fin de curar algún supuesto mal?

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