Mientras nuestro cerebro sea un arcano, el Universo, reflejo de su estructura, será también un misterio
(Santiago Ramón y Cajal)


4 de octubre de 2008

Hipotálamo y conducta emocional (I)

En la base del tálamo hay un conjunto de estructuras conectadas entre sí, en medio de las cuales se ubica una pieza, difícil de encontrar, que no supone más que el 1% de la masa encefálica, pero que es majestuosamente importante: el hipotálamo (hipo quiere decir debajo de). Todo el conjunto está rodeado por la corteza límbica.
El hipotálamo coordina gran parte de los sistemas que sirven para responder a las señales que proceden del medio interno o externo y esos sistemas son el endocrino, el sistema nervioso autónomo y el somático. Todas las alteraciones del medio interno y los comportamientos fundamentales para la supervivencia son resueltos merced al influjo hipotalámico. Buscar el alimento, la lucha entre machos de la misma especie, la huida ante la amenaza, etc. son conductas coordinadas por esta estructura tan pequeña. En la literatura inglesa se lee que esas conductas son las de las cuatro efes: fighting, (lucha), fleeing (huida), feeding (alimentación) y fucking (no lo voy a traducir porque el lector, que es muy listo, seguro que lo hará por mí con una expresión malsonante sinónima de relación sexual).
Se dice que una persona bien informada es una persona poderosa y que los medios de comunicación son “el cuarto poder” (hay muchos que creemos que ocupan un puesto más alto en el escalafón) y así, quizá, se podría hablar del “poder hipotalámico”, consecuencia de lo mucho que sabe. Y es que el hipotálamo recibe información de lo que está sucediendo en las vísceras, y está al tanto de lo que ocurre fuera (desde la retina le llegan señales visuales) y también recibe información de la corteza cerebral, y de la amígdala, y del hipocampo, y del sistema endocrino y …
Cuando ciertas regiones del hipotálamo son estimuladas, se pueden producir, según la zona de estimulación, fenómenos tan variados como una subida o una bajada de la presión arterial o un aumento o descenso de la frecuencia cardíaca. También, el hipotálamo controla la temperatura corporal y la cantidad de agua del organismo, ya que es responsable de la sensación de sed y es un regulador fundamental del volumen de agua eliminado por la orina. Pero si la estimulación de ciertas áreas hipotalámicas nos hace beber, la de otras nos produce hambre o saciedad. Finalmente, el hipotálamo controla la secreción de la hipófisis que, a su vez, produce unas hormonas indispensables para el correcto funcionamiento del organismo.
Parece claro, entonces, que algunas señales externas, ambientales, pueden llegar a la neocorteza y después a la corteza límbica (emocional) y más tarde al hipotálamo, que hará que el individuo responda con una conducta.

28 de septiembre de 2008

Emociones lateralizadas

Hay una alteración neuropsicológica que es una prueba, más que evidente, de que nuestro cerebro emocional está lateralizado. Hay personas que han tenido la desgracia de sufrir una lesión cerebral importante que ha afectado, en el hemisferio derecho, a las cortezas somatosensoriales (por las que percibimos las sensaciones corporales) y a los grupos de neuronas que conectan estas áreas con las motoras, con la corteza prefrontal, el tálamo y los ganglios basales. Evidentemente, una lesión que implica a las regiones que acabo de indicar supone una parálisis y una insensibilidad completas del lado izquierdo del cuerpo, lo que es, obviamente, muy grave. Sin embargo, el problema principal de estos pacientes no es su hemiplejía. Quizás pienses que se me ha ido la cabeza tras la pantalla del ordenador con el que estoy escribiendo estas líneas, pero no es así. Veamos.
El mayor problema que tienen estas personas es que no son conscientes de su enfermedad, son anosognóticos, porque tienen anosognosia. Esta palabra procede de los términos: a, carencia; nosos, enfermedad; y gnosis, conocimiento. Estos pacientes son extraordinariamente claros a la hora de afirmar que no tienen alteración alguna de la musculatura izquierda y siempre encuentran alguna excusa para explicar su enfermedad. A pesar de lo cual, se reconocen paralíticos cuando se les hace ver que no pueden mover el brazo izquierdo. La anosognosia puede cursar con una reducción de la capacidad de reconocimiento de las emociones faciales y presentar trastornos del estado de ánimo, que, igualmente, desconocen. No es infrecuente que estos enfermos se expresen como personas alegres que, incluso, hagan bromas de humor negro sobre su enfermedad o que estén permanentemente apenados. La anosognosia es una manifestación frecuente de la enfermedad de Alzheimer.
A primera vista pudiera parecer que esto es una consecuencia de su problema físico, dicho de otra forma, cabe pensar que la anosognosia no es más que una alteración que complementa su parálisis. De hecho, hay ocasiones perfectamente descritas en la literatura científica en las que este problema ha sido considerado como un síntoma delirante. No obstante, nada más lejos de la realidad.
En efecto, los pacientes con la misma lesión cerebral pero en el hemisferio izquierdo, que es más grave, si cabe, porque tienen alterada la producción del habla, estos pacientes, repito, no desconocen su enfermedad, son conscientes de ella.
Las personas con anosognosia son incapaces de tomar decisiones, de planificar actos, son emocionalmente indiferentes: las noticias sobre su situación no son recibidas con miedo, tristeza, pena, angustia..., a pesar de que estas hemiparálisis suelen conllevar unos problemas de salud importantes a corto y medio plazo. Esta enfermedad suele ser consecuencia de un ataque de apoplejía (un trastorno cerebro-vascular como la hemorragia cerebral o la reducción del aporte sanguíneo al cerebro) o de un tumor cerebral.
Y es que no darse cuenta de su enfermedad es la mejor manera de agravarla, en la medida de que estas personas no van a colaborar con el personal sanitario porque “no hay ninguna razón para ello”.