Mientras nuestro cerebro sea un arcano, el Universo, reflejo de su estructura, será también un misterio
(Santiago Ramón y Cajal)


14 de julio de 2009

La heroína es el opiáceo más consumido

La heroína es una droga muy adictiva y la de más rápida acción de las del grupo de los opiáceos. Se obtiene a partir de la morfina: el principal componente de la heroína es la diacetilmorfina. Habitualmente se mezcla con otras sustancias que ponen en grave riesgo la vida de los consumidores.
Se autoadministra inyectada, esnifada y fumada y atraviesa fácilmente la barrera hematoencefálica, lo que explica que la autoadministración intravenosa produzca euforia muy pronto (antes de 10 segundos); las inyecciones intramusculares la generen más tarde (entre los 5 y 10 minutos) y cuando se inhala o se fuma los efectos más fuertes se consiguen poco antes de los 15 minutos.
Cuando la heroína llega al cerebro, se separan las dos moléculas de morfina y se unen a los receptores naturales que tenemos: los de los llamados opiáceos endógenos. Estos son los lugares que se consideran los de inicio de los efectos reforzantes (euforizantes) de la droga. Este hecho suele acompañarse de sensaciones placenteras generalizadas y de otras de diferente especie: sequedad bucal, pesadez de las piernas y, eventualmente, náuseas, picores, etc. Después de estos efectos sobreviene un amodorramiento que dura varias horas. La actividad mental se reduce y los ritmos cardíacos y respiratorios se enlentecen.
A largo plazo la heroína crea adicción, tolerancia y dependencia física de forma que, como en muchas otras drogas, los heroinómanos dedican buena parte del día a buscar la droga, lo que con el tiempo se convierte en su modus vivendi y que es una prueba evidente de que su cerebro ha sido alterado por este opiáceo.
El síndrome de abstinencia se genera a las pocas horas de la última inyección y sus peores efectos llegan al máximo a las 24-48 horas de la última dosis, aunque algunos se mantienen durante meses. Los síntomas más frecuentes en ese síndrome son los dolores musculares y óseos, diarrea, vómitos, escalofríos, insomnio, etc.
Uno de los mejores tratamientos para los heroinómanos son la comunidades terapéuticas, donde los pacientes permanecen entre 3 y 6 meses sin contacto alguno con la droga.
Si para tratar a los heroinómanos se precisa emplear fármacos, se utiliza metadona. La metadona es un agonista opiáceo y, por tanto, sustituye a la heroína. Sin embargo, esta sustancia no produce sedación ni tiene efectos demasiado indeseables, aunque genera dependencia física. Lo más significativo es que con metadona los adictos tienen más problemas para conseguir la subida eufórica, lo que hace que vayan dejando la droga poco a poco. Es una sustancia segura y, combinada con tratamientos psicológicos, ha tenido un éxito terapéutico relativamente bueno.
Otros medicamentos útiles son la naloxona y la naltrexona. Ambos son antagonistas de los opiáceos y, por tanto, bloquean los receptores cerebrales a los que se une la heroína: por ello, cuando estas sustancias se toman simultáneamente con la droga, ésta no ejerce sus acciones. Además, el hecho de ser antagonistas hace de ellos útiles en el caso de sobredosis.
Los tratamientos farmacológicos no son útiles a largo plazo si no se acompañan de tratamientos conductuales.