Mientras nuestro cerebro sea un arcano, el Universo, reflejo de su estructura, será también un misterio
(Santiago Ramón y Cajal)


17 de diciembre de 2013

Cerebro y música

Asistir en una sala de conciertos a la interpretación de una sinfonía de Brahms es un acontecimiento beneficioso para nuestra salud mental. La música, considerada como una “sucesión de sonidos modulados para recrear el oído” (segunda de las acepciones que da a este término la RAE) es, en cierto, modo un lenguaje organizado: acordes, intervalos, tonos, etc.
Los sonidos están formados por tonos (uno o varios) que podemos percibir desde los 16 Hz (hertzios) —de la nota do de la primera escala del piano—, a los 16.000 Hz (nota do de la décima escala); el timbre es una peculiaridad del instrumento emisor (la misma nota con la misma intensidad suena distinta con instrumentos diferentes); la combinación y sucesión de sonidos que se repiten, suben y bajan y que son percibidos como un todo es la melodía y el ritmo es la duración de las notas, armonías, longitudes de las frases, etc. Para muchos estudiosos el ritmo es el único elemento indispensable para la música.