Mientras nuestro cerebro sea un arcano, el Universo, reflejo de su estructura, será también un misterio
(Santiago Ramón y Cajal)


9 de diciembre de 2008

Nuestro espejo emocional

La cara de una persona, la de los animales también, es el centro desde donde se expresan las emociones. Decimos que tal persona es inexpresiva o muy expresiva y nos fijamos sólo en la cara. No es difícil darnos cuenta de que un hombre está triste, alegre o tiene miedo, basta que lo miremos. Una mueca nos puede decir muchas cosas y de eso se trata, de que nos las diga, de que nos informe de cuál es la situación del interlocutor.
Sin embargo, hay circunstancias en las que hay una necesidad, real o ficticia, de esconder la expresión de las emociones. Es evidente que un jugador de poker que recibe cuatro ases de mano deberá hacer lo posible para que sus compañeros de partida no se den cuenta de una jugada tan formidable. Hay sociedades en las que no resulta correcto que un varón muestre una tristeza que desemboque en el llanto, ni siquiera por el fallecimiento de un ser querido. También se dan situaciones en las que la educación nos obliga a ser solidarios emocionalmente con la persona que nos está contando una desgracia. Todo ello implica que la expresión de las emociones puede ser, en mayor o menor medida, controlada.
En gran medida, los trabajos de Darwin sobre la expresión emocional (de los que ya hemos hablado en otro post: Los primeros estudios sobre la expresión de las emociones ) fueron confirmados, muchos años después, por Woodworth y Schlosberg (1954) e Izard (1971), con estudios sobre la manifestación de las emociones en niños ciegos. Un hombre adulto ciego puede manifestar ciertas emociones de manera similar a como lo hace un vidente, porque puede haber oído o leído cómo expresan las emociones las personas y, consciente o inconscientemente, repetirlas. Sin embargo, los niños ciegos no han podido aprender a manifestar las emociones imitando lo que han visto de sus mayores y amigos. Los autores citados han puesto de manifiesto que la expresión facial de las emociones de los niños invidentes es igual que la de los niños no ciegos. Esto apoya que este fenómeno es innato y característico de cada especie.
En 1971 Ekman y Friesen publicaban un trabajo en el que se mostraban las capacidades expresivas de los hombres de una tribu de Nueva Guinea que no había tenido contacto alguno con nuestra civilización. Reconocieron fácilmente las emociones que manifestaban los investigadores occidentales y, de la misma manera, éstos tampoco tuvieron ningún problema para identificar los estados de ánimo de los novoguineanos. Parecía, por tanto, evidente que las expresiones emocionales estudiadas eran pautas de conducta innatas.
Los mismos autores publicaron en 1975 un estudio que era una guía para distinguir las emociones por la cara. De acuerdo con estos investigadores, la cara humana es capaz de expresar seis emociones básicas: miedo, tristeza, sorpresa, enfado, asco y felicidad; el resto de la gama emocional sería manifestada mediante la combinación de estas seis expresiones fundamentales.