Mientras nuestro cerebro sea un arcano, el Universo, reflejo de su estructura, será también un misterio
(Santiago Ramón y Cajal)


17 de diciembre de 2013

Cerebro y música

Asistir en una sala de conciertos a la interpretación de una sinfonía de Brahms es un acontecimiento beneficioso para nuestra salud mental. La música, considerada como una “sucesión de sonidos modulados para recrear el oído” (segunda de las acepciones que da a este término la RAE) es, en cierto, modo un lenguaje organizado: acordes, intervalos, tonos, etc.
Los sonidos están formados por tonos (uno o varios) que podemos percibir desde los 16 Hz (hertzios) —de la nota do de la primera escala del piano—, a los 16.000 Hz (nota do de la décima escala); el timbre es una peculiaridad del instrumento emisor (la misma nota con la misma intensidad suena distinta con instrumentos diferentes); la combinación y sucesión de sonidos que se repiten, suben y bajan y que son percibidos como un todo es la melodía y el ritmo es la duración de las notas, armonías, longitudes de las frases, etc. Para muchos estudiosos el ritmo es el único elemento indispensable para la música.

Música y lenguaje se ordenan en la corteza cerebral de una manera diferente  y una de las pruebas más evidentes de ello es que hay casos de amusia pura, esto es, de “incapacidad para identificar o producir secuencias melódicas conocidas”  en los que no hay problemas de lenguaje; y viceversa, hay personas afásicas, con importantes dificultades en el lenguaje, en las que no se manifiesta ningún problema con la música. En efecto, se han descrito casos de músicos que, como consecuencia de un ictus, manifiestan una afasia general pero siguieron componiendo música e interpretando. Son curiosos los pacientes que con afasia de Broca, que afecta principalmente a la expresión del habla, y que cantan con facilidad. Por último, cuando se realiza una estimulación magnética transcortical del lóbulo temporal izquierdo, se bloquea durante un tiempo el habla, pero el canto permanece intacto. Todas estas pruebas y muchas más indican claramente que la música y el habla son ejecutadas por regiones cerebrales diferentes.
En 1878, en la revista Mind, el escritor canadiense de divulgación científica Charles Grant Blairfindie Allen (1848-1899) describe una anomalía a la que denomina “sordera a las notas” en la que indica que “no son pocos los hombres y mujeres incapaces de distinguir de manera consciente entre los sonidos de dos tonos que queden dentro de los límites de media octava (o incluso más)”. Esta descripción forma parte de un extenso artículo en el que se relata detalladamente esta alteración. Son personas que padecen amusia.
Las personas amúsicas no suelen tener problemas para percibir los sonidos del habla, el ruido de una taladradora o el sonido de un claxon, lo que implica que no tienen dificultades para la percepción de los sonidos. Sin embargo, son refractarias al reconocimiento de melodías  sin la ayuda de sus letras, no son conscientes de lo mucho que desafinan cuando cantan, no distinguen que dos melodías son distintas porque no tienen la capacidad de discriminar entre tonos y semitonos adyacentes.
Se ha propuesto un modelo para la amusia debido a una alteración de las conexiones entre la corteza auditiva primaria y el giro frontal inferior. La pregunta que debemos de hacernos es: ¿cuál es la causa de este error? Pues parece que, como casi siempre, la alteraciones pueden ser de naturaleza genética o ambiental. Así, hay familias amúsicas con alrededor del 40% de los familiares en primer grado también lo eran y en los estudios de gemelos se ha demostrado que el componente genético de los mismos es más importante para la amusia que el componente ambiental.

¿Qué parte del cerebro puede estar relacionada con la amusia? Hace poco tiempo se ha demostrado que las personas con amusia de nacimiento tienen menos desarrollada la parte correspondiente a la sustancia blanca de la circunvolución frontal inferior derecha, y un mayor espesor de la corteza  (más sustancia gris) de esta región y del área auditiva derecha. 
Hay personas, una de cada diez mil, que por el contrario tienen oído absoluto, esto es, tienen la capacidad para identificar  una nota  sin ninguna otra de referencia o son capaces de generar una nota cantando sin referencia alguna. Esta cualidad es más femenina que masculina, tiene un componente genético y ambiental  y puede estar relacionada con problemas en el aprendizaje. Parece que en esta capacidad interviene una porción cerebral denominada plano temporal. La mayor parte de las personas tienen el plano temporal más grande en el hemisferio cerebral izquierdo, pero lo realmente interesante es que en estudios con resonancia magnética se ha demostrado que los músicos con oído absoluto tienen esta región más grande que los músicos que carecen de él o que los individuos que no son músicos.

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