Mientras nuestro cerebro sea un arcano, el Universo, reflejo de su estructura, será también un misterio
(Santiago Ramón y Cajal)


17 de diciembre de 2015

Miedo en su justa medida

Todos sabemos lo que es el miedo, una emoción común a muchas especies animales. Es fácil entender que sin miedo sería imposible la supervivencia de un individuo en particular y de una especie en su conjunto. Hay numerosos mecanismo, comunes a muchas especies animales de generan miedo y temor. ¿Se imagina a una gacela bebiendo al lado de un león de la misma charca? Y es que el miedo es una excelente protección para cualquier ser vivo. Sin embargo, hay un nivel de miedo que no es conveniente sobrepasar ya que las consecuencias de este exceso emocional pueden ser fatales para el ser vivo.

¿En qué zona del cerebro se desencadena esta emoción? ¿Qué estructuras cerebrales están implicadas en la misma?
Hay una porción cerebral, muy cerca del hipocampo, que denominamos amígdala que es una especie de lugar de recepción de gran parte de la información sensitiva y cognitiva y  que es la zona encargada de resolver con todos esos datos si va a producirse una respuesta de miedo. En el sentimiento de miedo interviene, en gran medida, la corteza prefrontal (corteza orbitofrontal y corteza cingulada anterior), que está conectada con la amígdala.
Pero el miedo no es solamente una percepción más o menos desasosegante, es además, una respuesta motora que nos llevar a huir de la causa que la produce, a luchar contra ella, o a quedarnos quietos. Estas respuestas dependen de las conexiones existentes entre la amígdala y una porción del mesencéfalo denominada sustancia gris periacueductal (SGP). Pero hay otras respuestas de miedo que se explican porque la amígdala conecta con el hipotálamo. Consecuentemente, la estimulación del hipotálamo afecta a la liberación de hormonas del llamado eje hipotálamo-hipófisis-corteza suprarrenal: CRF-ACTH-cortisol. La consecuencia es un incremento del cortisol; lo que es bueno porque sube el nivel de la glucosa en sangre, necesaria para realizar un ejercicio rápido (de lucha o huida); sin embargo, el aumento en sangre de este esteroide puede ser lamentable si se mantiene en el tiempo ya que crea problemas coronarios, infartos cerebrales, diabetes de tipo II y, acaso, atrofia del hipocampo.
En una situación de miedo, a todo lo anterior se le puede sumar una respiración jadeante que es consecuencia de las conexiones de la amígdala con el nucleo parabraquial (NPB) del tronco encefálico. Y esto también es bueno porque aumenta la incorporación del oxígeno preciso para liberar la energía que tienen las moléculas de glucosa; no obstante, en exceso puede producir una inexistente sensación de asfixia y otras anomalías propias de la ansiedad y de los ataques de pánico.
Además, la amígdala conecta con el locus coeruleus, otra región del tronco del encéfalo, que provoca respuestas cardiovasculares como el aumento del rito cardíaco y de la presión arterial. A fin de cuentas es una respuesta lógica que incrementará la llegada de oxígeno y glucosa a las células musculares para generar con eficacia la lucha o la huida: pero un ritmo cardíaco superior al normal mantenido en tiempo puede producir hipertensión, infarto cardíaco, etc.

Finalmente, es posible que usted haya experimentado que la evocación de un recuerdo traumático puede producir ansiedad y miedo debidos a las conexiones que hay entre el hipocampo y la amígdala.

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