Mientras nuestro cerebro sea un arcano, el Universo, reflejo de su estructura, será también un misterio
(Santiago Ramón y Cajal)


18 de julio de 2016

Hay algo en el universo que puede vislumbrar mi cerebro

Del mundo exterior a nosotros percibimos lo que podemos, no lo que existe, no lo que hay, sino lo que nuestro sistema nervioso nos permite captar y, posteriormente nuestro cerebro, nosotros, percibimos. Hay numerosas cosas que existen que no podemos distinguir, pero hay máquinas que lo hacen por nosotros y nos lo “traducen”. Ningún ser humano percibe las ondas de radio, los rayos X, etc. y es que no tenemos receptores biológicos para esas radiaciones electromagnéticas. Tampoco podemos ver muchas cosas pequeñas, pero hay aparatos que nos ayudan.

En otras ocasiones el cerebro “crea” la percepción. No es necesario explicar lo bien que nos engañan los magos, también “percibe” la pierna la persona a la que se la han amputado, escucha voces la que padece esquizofrenia, incluso todos hemos “creado” una historia que contamos como algo real y no lo es y lo que es mejor...no mentimos.
Jakob von Uexküll
(wikipedia)
El biólogo y filósofo estonio-alemán Jakob Johann von Uexküll (1864-1944) introdujo, al iniciarse el siglo XX, un concepto muy interesante, el umwelt, la parte del medio que somos capaces de percibir, que a su vez es una porción del umgebung, o todo el conjunto del medio.
El oído humano es capaz de percibir sonidos con una frecuencia tan grave como los 20 Hz y tan aguda como los 20.000 Hz. Pero las frecuencias por debajo o por encima de las indicadas no existen para nosotros, por eso no detectamos los silbatos para perros que emiten sonidos por encima de los 20.000 Hz. Sólo podemos aceptar la realidad de mundo que percibimos.
Si comparamos nuestra potencia olfativa con la de un perro no echamos de menos las muchas cosas que puede oler un can, en nuestra vida cotidiana no existen. Sólo es posible detectar su presencia en el laboratorio, de la misma manera que se pueden descubrir, con aparatos adecuados, sonidos de altas frecuencias. Las garrapatas detectan el olor a ácido butírico, la temperatura más elevada o alguna otra sustancia química de un mamífero y se dejan caer sobre él desde donde se encuentre, con tal de conseguir aferrarse a su parásito y alimentarse ansiosamente. 
Alguien que sea ciego de nacimiento no echará de menos la descripción de un paisaje de otoño en el que se aprecian tonalidades verdes, pardas, anaranjadas... Para él, simplemente no existen y usted no le puede explicar esa maravilla que es el color. Está claro que puede enseñarle a relacionar un color imaginario (porque no lo puede ver) con alguna percepción (táctil, olfativa, etc.) pero no es la percepción del color, es una sustitución artificial que usted le ha enseñado. Y lo mismo, aunque de otra forma, le sucede a una persona ciega para los colores, con acromatopsia, que es una alteración de naturaleza genética que no permite ver más que en blanco y negro. Pero todavía hay algo más.
En el año 2001 apareció en Psychonomic Bulletin & Review un trabajo de Jameson, Highnote y Wasserman con un descubrimiento muy interesante.  Resulta que desde hace muchos años sabemos que el color en nuestra especie se basa en la existencia de tres tipos de sustancias químicas, denominadas genéricamente fotopigmentos, que se encuentran en tres tipos de células de la retina, tres tipos de fotorreceptores, llamados conos: del rojo, verde y azul (que poseen sus correspondientes fotopigmentos). Sobre la base de su existencia se ha formulado una teoría tricromática del color.
Absorción relativa de la cantidad de luz de distintas longitudes
 de onda por los bastones y por los tres tipos de conos de la retina humana
(
http://psiconeura.wikispaces.com/)
Esto, que es verdad, no es toda la verdad. Gracias a los estudios de genética molecular se ha descubierto que un alto porcentaje de mujeres tiene, en vez de tres tipos de fotorreceptores, cuatro. Esto supondría que esas mujeres pueden percibir colores que el resto de las mujeres y todos los varones no pueden hacer. Así que es posible que para ellas, usted, si sólo tiene tres tipos de conos, sea un “cromático anodino”. Pero insignificante debe de ser la visión para los colores de las personas para unos crustáceos conocidos como estomatópodos o langostas mantis, que poseen ¡doce fotorreceptores!, aunque para percibir con precisión las señales de tantos fotorreceptores necesitarían un cerebro del que carecen. Semejante es el caso de la mariposa Graphium sarpedon, que posee quince fotorreceptores diferentes.
Así que no sólo hay diferencias en la percepción de nuestro mundo entre las distintas especies, sino dentro de la misma. A fin de cuentas, el universo constituye un espectáculo admirable que tiene numerosas localidades de entre las cuales, nosotros, los seres humanos, percibimos una pequeña parte de su grandeza.


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