Mientras nuestro cerebro sea un arcano, el Universo, reflejo de su estructura, será también un misterio
(Santiago Ramón y Cajal)


21 de octubre de 2008

El hipocampo y la emoción

Además de la amígdala, otras estructuras nerviosas están implicadas en el aprendizaje emocional, y una de ellas es una corteza primitiva que conecta con otras regiones de la corteza cerebral y con otras partes del sistema límbico; se denomina hipocampo, término que viene del griego hippos (caballo) y kampe (encorvado). En los animales vertebrados menos evolucionados el hipocampo es una parte de la corteza olfativa, la que discrimina si el olor es el de un alimento venenoso, en mal estado o el de una hembra dispuesta a la cópula.
En algunas personas a las que se les ha extirpado parte del hipocampo, con el fin de tratar la epilepsia, por ejemplo, se ha observado que no son capaces de aprender nada que tenga que ver con el simbolismo verbal; así, no pueden memorizar nuevos nombres de personas. Sin embargo, parece que el hipocampo no interviene en los procesos que se requieren para el reconocimiento de objetos.
Hay una memoria que se denomina declarativa o explícita que se refiere a las experiencias disponibles para evocar (declarar) conscientemente unos estímulos, hechos o acontecimientos concretos; guarda relación con los sucesos sobre los que podemos hablar o pensar. Es una memoria que nos permite describir con palabras todos los componentes de una bicicleta haciendo un “recorrido mental” por ella. Pues bien, esta memoria se localiza en el hipocampo.
Esta memoria se contrapone a la no declarativa o implícita, que parece que actúa de forma automática y que no necesita que el sujeto intente memorizar. No supone hechos, sino conductas; es, por ejemplo, la que nos permite nadar con estilo braza.
Por otra parte, toda la información de las emociones se almacena como fenómeno declarativo lo que, obviamente, relaciona el hipocampo con la emoción. Nosotros no tenemos acceso consciente a la memoria emocional, pero sí a la conducta que expresamos en una emoción y a los “sentimientos” que tenemos en la misma. La emoción ejerce una influencia muy significativa en la memoria declarativa y así, sin el hipocampo o con el hipocampo inmaduro (en los primeros momentos de nuestra vida) es imposible recordar cualquier suceso desagradable.

1 comentario:

Marianela Mora Carrasco dijo...

Interesante artículo, la neurociencia nos puede ayudar a encontrar las claves del aprendizaje...