Mientras nuestro cerebro sea un arcano, el Universo, reflejo de su estructura, será también un misterio
(Santiago Ramón y Cajal)


18 de junio de 2016

Un flujo inacabable de imágenes

Creo que todo el mundo ha oído alguna vez un término formado por tres letras: l, s y d: LSD, la dietilamida del ácido lisérgico, una sustancia que estuvo muy de moda en los años 60 porque había muchas personas con cierto prestigio social, en la música, en el la pintura, incluso en la ciencia, que presumían haber consumido el “ácido”, como vulgarmente se la denominaba. Y esto acabó con la vida de muchas de ellas, como la del guitarrista Jimi Hendrix, en 1970.

Alrededor de 100 microgramos de esta sustancia son capaces de producir unos efectos... duraderos pero inesperados, ya que dependen de muchas circunstancias incontrolables. Lo que sí es seguro es que las pupilas se dilatan, la boca se seca, aumenta la frecuencia cardíaca, la presión sanguínea, etc., pero también ocurren alteraciones de la percepción, ilusiones y alucinaciones, que son predominantemente, aunque no exclusivamente, visuales. 
Interesante es el hecho de que todas las alteraciones psicóticas que producen las sustancias alucinógenas se generan con un nivel de conciencia muy significativo, es decir, no hay confusión, las personas saben perfectamente lo que está ocurriendo, lo pueden explicar con mucha precisión. Es el famoso “viaje” (trip) que en los consumidores crónicos también se manifiesta con síntomas psicóticos.
Aunque el LSD no es una sustancia adictiva, sí que genera gran tolerancia (en ocasiones con una sola dosis), lo que lleva a elevar la cantidad ingerida, con lo que las consecuencias de su consumo se convierten en impredecibles.
Y es que, a veces, esta droga puede producir los llamados flashbacks, la aparición de unos signos de la intoxicación en ausencia de su administración, esto es, se pueden generar algunos episodios de alucinación después de unos días, o meses, de no haber ingerido “ácido”. 
Su descubridor, el químico suizo Albert Hofmann (1906-2008), comprobó el poder alucinógeno de la sustancia, en 1943, y notó “un ininterrumpido flujo de imágenes fantásticas de extraordinaria plasticidad y viveza, acompañadas de un intenso despliegue caleidoscópico de colores”. Otras personas han descrito que “mis ojos se convirtieron en un microscopio, y me miré la muñeca y fui capaz de ver o respirar cada célula, como pequeñas fábricas con ráfagas de gas brotando de cada célula, y algunas formando unos círculos de humo perfectos”.
Claro que las alucinaciones no son fenómenos objetivos, sino que quedan relegados a la persona que las tiene. Por esto, la experimentación con animales es complicada ya que es muy difícil que un animal nos “diga” cómo son sus alteraciones visuales o auditivas. No obstante, hay monos que tras la toma de “ácido” tratan de que cazar insectos ficticios, lo que parece indicar que están padeciendo alguna alucinación. En los chimpancés esta droga también produce comportamientos extravagantes, lo que es muy interesante ya que siguen siendo conductas singulares después de lesionar los lóbulos frontales, parietales u occipitales, sin embargo, no se presentan cuando se lesionan los lóbulos temporales. Y esto último es extraordinario, en la medida que las personas que presentan epilepsia del lóbulo temporal, o lo que es igual, hiperactividad en las neuronas de esta zona del cerebro, suelen poseer alucinaciones visuales y auditivas, de la misma manera que con estimulación temporal se generan este tipo de alucinaciones.
Los alucinógenos como el LSD, y otros como la psilocibina, son químicamente parecidos al neurotransmisor serotonina y, por tanto, pueden unirse a los receptores naturales que hay en las neuronas que son estimuladas por ese neurotransmisor y que se encuentran en numerosas regiones cerebrales. Por ejemplo, hay ciertas estructuras cerebrales, como el hipocampo y la amígdala, que  al ser eliminadas después de la administración de LSD, desaparecen las alucinaciones, visuales o auditivas, lo que implica que también en esos lugares del sistema nervioso central el efecto del ácido es patente y lo es porque muchas de sus neuronas utilizan la serotonina como neurotransmisor.

No hay comentarios: