Mientras nuestro cerebro sea un arcano, el Universo, reflejo de su estructura, será también un misterio
(Santiago Ramón y Cajal)


9 de septiembre de 2013

Neurociencia pura y otras digresiones neurocientíficas

Todos estamos de acuerdo en que el cerebro humano es una adquisición evolutiva que, en cuanto a su funcionalidad, no guarda comparación alguna con el de otras especies animales. Por eso, tenemos un deber para con la naturaleza: utilizarlo. A nadie se le ocurriría vendarse las manos para no manipular los objetos y sin embargo, sé de muchas personas que utilizan poco su cerebro, son receptoras de información del exterior: olores, sabores, imágenes (muchas imágenes, sobre todo las que proceden de la televisión), sonidos, etc., pero no analizan lo que reciben, sino que responden casi, automáticamente a esos estímulos; digamos, por decirlo de manera simplificada, que utilizan casi exclusivamente su cerebro más primitivo, el reptiliano.
Es bueno hacer ejercicio físico, pero es mucho mejor realizar ejercicio cerebral y éste es muy fácil, se puede hacer constantemente: leer, escuchar música, memorizar, conversar… Hay señales científicas que demuestran que la actividad cerebral previene, reduce o retrasa algunas enfermedades degenerativas como el Alzheimer.

Toda la percepción y creación humanas depende del funcionamiento de circuitos cerebrales. Se percibe un cuadro de Velázquez y le damos un valor estético que nos llega a emocionar, o no; se oye una sinfonía de Brahms, se escuchan las notas y surge, a veces, una “situación” cerebral especial que nos embelesa; se encuentra una solución científica que parece estéticamente perfecta; etc.  
Y todo esto depende de circuitos neuronales específicos que funcionan a base de códigos que nuestra corteza cerebral y nuestro sistema límbico procesan, porque, en sentido estricto, lo único que “circula” por nuestro cerebro son impulsos nerviosos que liberan neurotransmisores, que generan impulsos nerviosos que liberan neurotransmisores, que… Siempre la misma monotonía, pero no nos suena igual La bohème que El patio de mi casa. ¡Con lo parecidos que somos con los chimpancés y lo diferentes que son las actividades culturales de ambas especies! Son cerebros que procesan la información de maneras diferentes.
Y esto es lo que intenta hacer la neurociencia: entender los circuitos específicos cerebrales, cómo se procesan las señales, cómo son los códigos que explican nuestras percepciones, etc. para de esta forma entender la naturaleza del hombre. Para esto se necesita utilizar nuestro cerebro e investigar en ciencia pura y conocer cómo funciona el cerebro sano, porque sabiéndolo llegaremos en poco tiempo a modificar el comportamiento  del cerebro patológico. Está muy bien estudiar e investigar en las enfermedades neurodegenerativas, ¡faltaría más! Ocupan buena parte de la investigación en neurociencia que se realiza en todo el mundo. Pero creo que, en general, la investigación del funcionamiento normal de un órgano nos llevará, probablemente por un camino más corto, a conocer y resolver los problemas patológicos.  Sin la investigación científica pura, la aplicada da, muchas veces, rodeos innecesarios. Y es que la ciencia aplicada  está más limitada que la pura. Tiene el problema de la inmediatez.
Nuestro científico más importante, Santiago Ramón y Cajal, vio la ciencia alejada de toda utilidad inmediata, del “grosero utilitarismo”. Por eso se quejaba del desdén de muchos españoles —abogados, literatos, industriales, estadistas, etc. — hacia los asuntos de investigación pura, porque ese menosprecio se "propala inconscientemente entre la juventud”:
“…sin echar de ver, según les ocurre hoy mismo a muchos intelectuales, que la ciencia llamada práctica está indisolublemente unida a la abstracta o idealista, como el arroyo a su manantial. ¡Extraña aberración, propagada por la rutina, y tan vituperable, como sería la del labrador que diera en la manía de arrancar las flores para acrecentar los frutos! ¡Cómo habría de medrar el jardín de nuestra cultura, si nos hemos pasado tres mortales siglos desdeñando o arrancando la flor de las ideas!”.
Este menosprecio también se observa en la actualidad. Abundan las personas incapaces de ver las aplicaciones como un maravilloso reflejo de lo que supone la investigación científica pura. Cajal amaba la ciencia pura, no menospreciando su utilidad sino con la sabiduría de un hombre que sabe esperar porque, para nuestro histólogo, lo inútil no existe en la naturaleza y porque “las aplicaciones llegan siempre, a veces tardan años, a veces, siglos. Poco importa que una verdad científica sea aprovechada por nuestros hijos o por nuestros nietos”.
Y el hecho de “desdeñar los temas de investigación pura” es considerado por Cajal como uno de los males de la ciencia que se ha hecho en España, análisis que viene siendo repetido en la más moderna historiografía española de la ciencia.

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