Mientras nuestro cerebro sea un arcano, el Universo, reflejo de su estructura, será también un misterio
(Santiago Ramón y Cajal)


7 de marzo de 2013

El síndrome de Stendhal


¿Se ha emocionado ante la contemplación de una obra de arte? ¿Escuchando música? ¿Leyendo una poesía?
El literato francés Henri-Marie Beyle (1783-1842), más conocido por su seudónimo Stendhal —el famoso autor de La cartuja de Parma—, escribió un libro titulado Nápoles y Florencia: Un viaje de Milán a Reggio, en el que narraba lo que le sucedió al contemplar la florentina Basílica de la Santa Cruz. La impresión que le produjo encontrarse ante las tumbas de personajes tan paradigmáticos como Alfieri, Galileo, Miguel Ángel... y la belleza del conjunto le forjaron unos  peculiares efectos: "Había llegado a ese punto de emoción en el que se encuentran las sensaciones celestes dadas por las Bellas Artes y los sentimientos apasionados. Saliendo de Santa Croce, me latía el corazón, la vida estaba agotada en mí, andaba con miedo a caerme". Stendhal curó sus emociones comentándole a un amigo lo que le acaba de suceder.

Las alteraciones fisiológicas que se producen, en algunas personas, ante la belleza corresponden a un síndrome que no fue descrito hasta 1979 por la psiquiatra italiana   Graziella Magherini. Es el denominado “síndrome de Stendhal” o ‘‘síndrome de la fruición artística del viajero’’. Magherini escribió un libro sobre esta alteración, que apareció en castellano en 1990 editado por Planeta.

La psiquiatra estudió desde el Hospital de Santa María Nuova, de Florencia, el malestar psíquico de distintos pacientes, casi siempre extranjeros, que visitaban esta magnífica ciudad de la Toscana. Comprobó que había tres tipos de pacientes: a) las dos terceras partes manifestaban alteraciones del pensamiento: cambios en la percepción de sonidos o colores, sentimiento de culpa o persecutorio, ansiedad, etc.; b) un 30% aproximadamente manifestaba trastornos de los afectos: angustias depresivas, sentimientos de inferioridad (inutilidad)  o de superioridad (euforia, exaltación,  ausencia de crítica de la realidad);  y c) el resto expresaba angustia y crisis de pánico (sudoración, desmayo, dolor precordial,  taquicardia, malestar epigástrico, etc.) También comprobó que algo más del 50% de sus pacientes tenía antecedentes psiquiátricos y que se habían producido algunos factores que desencadenaron el síndrome: cansancio, insuficiente descanso nocturno, o el hecho de encontrarse al final del viaje.
La mayor parte de los afectados eran de un nivel educativo inferior y entrados en años. Había muchos solteros, estudiantes y desocupados y pocos empresarios y profesionales liberales, en comparación con los visitantes que no manifestaron el síndrome. La mayoría de los pacientes hacía turismo individual.
Y es que, a veces, el viaje, en su relación con la búsqueda de conocimiento y emociones puede generar un malestar psíquico temporal que es el resultado de una serie de cambios fisiológicos muy significativos.
Algunos científicos consideran que, a veces, una obra de arte genera la expresión de sentimientos que nos conducen a rememorar conflictos personales, de forma que el arte nos permite sacar a flote ciertas emociones que de otra forma no emergerían. ¿Estarán las neuronas espejo en la razón de ser de este problema? Es muy probable.
 Ciertas neuronas de la corteza frontal se activan cuando se observa una acción realizada por otra persona y cuando se realiza la misma. Es una especie de mecanismo por el que podemos “leer” las mentes de los demás y empatizar con ellos y es que se cree que el "espejo" es el mecanismo neural por el que las acciones, intenciones y emociones de otras personas pueden ser entendidas de forma automática.

Hay autores que están en contra de la existencia del síndrome de Stendhal. Quizá tengan razón pero lo cierto es que, con razón o sin ella, es difícil no conmoverse ante la belleza del arte en sus numerosas manifestaciones: El síndrome de Stendhal

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