Mientras nuestro cerebro sea un arcano, el Universo, reflejo de su estructura, será también un misterio
(Santiago Ramón y Cajal)


25 de noviembre de 2008

Gall: una aproximación al cerebro emocional

En la década de los setenta del siglo XIX, los conocimientos científicos en general habían evolucionado de tal manera que dieron pie a que se crearan las condiciones suficientes para que algunas disciplinas, hasta entonces poco científicas, emergieran como ciencias autónomas. Es el caso de la psicología, disciplina en la que el estudio de las emociones tuvo un gran predicamento. Un estudioso de la historia de la psicología, Leahey , ha escrito que “el sino de la psicología científica era venir al mundo como híbrido fruto de los trabajos de diversos fisiólogos y de la filosofía de la mente que a mediados del siglo se conoce como psicología”.
Al hacerse más científica, irrumpen en el ámbito psicológico hombres del mundo de la medicina, biología, zoología, e incluso de la química y de otras disciplinas que poca o ninguna relación habían tenido con la “ciencia del alma”. De esta forma, la psicología —al menos alguna de sus ramificaciones— se va haciendo más fisiológica; surge lo que se dio en llamar psicología-fisiológica o psicofisiología.
La primera psicología fisiológica fue la frenología del anatomista vienés Franz Joseph Gall (1758-1828), que intentaba relacionar funciones específicas del comportamiento con regiones cerebrales concretas, o lo que es igual, por la forma del cráneo creía posible deducir las facultades de cualquier persona. Consideraba que el cerebro estaba formado por un gran número de estructuras, cada una con una función concreta, lo que era una idea espectacular a la luz de la ciencia de la época. Hablaba, pues, de una especialización cerebral. No obstante, las ideas frenológicas contenían errores conceptuales tan disparatados como el de relacionar la importancia de los “órganos cerebrales” con su tamaño, o que éstos se podían reconocer desde fuera viendo las protuberancias del cráneo. Gall asignaba a cada zona del cráneo unas peculiaridades, a cuál más “graciosa”: zonas para la veneración, la amistad, la esperanza, el amor conyugal, la benevolencia, etc. Lo cierto es que las concepciones frenológicas de este autor fueron la base para que muchos fisiólogos investigaran las posibles zonas cerebrales responsables del comportamiento, aun siendo estos científicos los que pusieron serias objeciones a los estudios frenológicos.
La obra más importante de Gall vio la luz en colaboración con Johann Caspar Spurzheim (1776-1832), auténtico creador del vocablo frenología y responsable de convertirla en la nueva psicología popular. Se titulaba: Anatomía y Fisiología del sistema nervioso en general y del cerebro en particular, con observaciones sobre la posibilidad de reconocer muchas disposiciones intelectuales y morales del hombre y de los animales por la configuración de sus cabezas. El extenso título nos da una idea clara y precisa del contenido de la ciencia (¡) frenológica.
En la España de mediados del siglo XIX el movimiento frenológico tuvo en el barcelonés Mariano Cubí (1801-1875) a su principal representante y divulgador, pero cuando este sistema pseudocientífico empezaba a decaer en toda Europa.

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