Mientras nuestro cerebro sea un arcano, el Universo, reflejo de su estructura, será también un misterio
(Santiago Ramón y Cajal)


1 de agosto de 2008

Las secuelas de las emociones infantiles

Desde el punto de vista científico no hay duda de que los malos tratos sufridos en la infancia dejan unas secuelas que, en gran medida, son irreparables. Hay que tener en cuenta que los primeros años de la vida de una persona son fundamentales en su desarrollo cerebral, es una época decisiva a la hora de moldear el cerebro y por esto, contrariamente a lo que se venía diciendo hasta la década de los noventa del siglo XX, el maltrato en los primeros años de la vida deja unas alteraciones bioquímicas y neurobiológicas que afectan de forma negativa su funcionamiento. Antes se pensaba que las dificultades en los ámbitos emocionales y sociales de los niños maltratados eran de raíz psicológica: los problemas emocionales sufridos por los niños y adolescentes generaban mecanismos psicológicos internos que, en la edad adulta se manifestaban de manera autodestructiva; también se consideraba la hipótesis de que un niño maltratado era una persona con un desarrollo psicosocial alterado. En cualquiera de los casos, según las sospechas de esa década, estos problemas podían ser arreglados mediante una terapia de superación.
Hoy sabemos que el maltrato infantil afecta al sistema límbico y, muy especialmente, a dos regiones fundamentales: la amígdala y el hipocampo.
Una autoridad como Martín H. Teicher, profesor de Psiquiatría en Harvard escribe: “Las secuelas del abuso sufrido en la infancia pueden manifestarse a cualquier edad y de modos diversos. Interiormente aparecen en forma de depresión, ansiedad, pensamientos suicidas o estrés postraumático; también se exteriorizan a través de la agresividad, impulsividad, delincuencia, hiperactividad o abuso de drogas. Una de las perturbaciones psiquiátricas más desconcertantes, muy asociada al maltrato en la edad infantil, es el trastorno de la personalidad esquizoide”.

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