Mientras nuestro cerebro sea un arcano, el Universo, reflejo de su estructura, será también un misterio
(Santiago Ramón y Cajal)


11 de julio de 2008

Emociones de laboratorio

En condiciones de laboratorio podemos someter a los animales a situaciones enormemente estresantes empleando técnicas bastante sencillas: hacer que soporten descargas eléctricas cada poco tiempo, separar a los recién nacidos de sus madres, colocarlos en jaulas tan pequeñas que casi no puedan realizar movimiento alguno, situarlos sobre un pequeño trozo de madera de donde no pueden bajarse porque caerían al agua y se ahogarían, hacer que soporten un ruido continuo, poner en una jaula más animales de los que caben, evitar que duerman, etc. Sin embargo, da la impresión de que en los seres humanos esto no sería posible por falta de voluntarios, aunque si usted vive en una casa sometida a la influencia acústica de fines de semana de “botellón” se podría presentar como adalid de la ciencia para realizar alguna experiencia sobre el estrés.
En cualquier caso, es posible encontrar personas que se dejan someter a situaciones de estrés que, aunque son mucho menos significativas que las que se dan en condiciones naturales, generan alteraciones en el organismo. Uno de estos estímulos consiste en introducir la mano en un recipiente con agua muy fría y pedirle al sufrido voluntario que la sumerja todo el tiempo que sea capaz. Esta situación es muy estresante y fácil de repetir.
Hay situaciones bastante naturales que han sido utilizadas por los investigadores para medir los cambios hormonales durante el estrés. Así, varios estudios indican que viajar habitualmente en tren aumenta la liberación de la adrenalina segregada por la médula suprarrenal y que los niveles sanguíneos de esta hormona guardan relación con la duración del viaje y con el número pasajeros (cuanto más largo o con más viajeros, más adrenalina y más estrés). Asimismo, se ha demostrado que la concentración de esta hormona en un alumno que iba a defender su tesis doctoral aumentaba en sangre unos diez días antes del examen, alcanzaba un máximo el día en el que defendía la tesis y descendía, hasta valores prácticamente normales, dos o tres días después. Por lo que le podríamos dar al nuevo doctor la enhorabuena por su nuevo título y por ¡haber recuperado los niveles normales de adrenalina!

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