Mientras nuestro cerebro sea un arcano, el Universo, reflejo de su estructura, será también un misterio
(Santiago Ramón y Cajal)


21 de abril de 2008

La médula suprarrenal y la emoción

La médula suprarrenal es una glándula endocrina (que segrega hormonas) ubicada encima de los riñones (de ahí su nombre), que está inervada por el sistema nervioso autónomo, aunque sólo por la rama simpática. La estimulación de ésta aumenta, en pocos segundos, la secreción de la glándula: las hormonas adrenalina y noradrenalina. La subida es de tal magnitud que, en el caso de la adrenalina, los niveles hormonales en la sangre llegan a ser 1000 veces por encima de los normales, con lo que sus efectos son muy rápidos, en comparación con los de otras hormonas que tardan varios minutos, horas o incluso días en actuar.
Además, el resultado de la actuación de la adrenalina es similar a la de la activación simpática del sistema nervioso autónomo: tanto la adrenalina como el simpático hacen que el corazón funcione más rápidamente, ascienda la presión sanguínea, etc. Esto supone que muchas vísceras son estimuladas por dos vías diferentes (la nerviosa simpática y la hormonal), lo que es muy interesante porque, de esta forma, es posible, por ejemplo, aumentar el ritmo de los latidos del corazón sin necesidad de activar la rama simpática, o se puede subir la presión sanguínea sin usar las hormonas adrenales.
Nosotros no somos conscientes de lo que, en cada momento, está haciendo el sistema nervioso autónomo. No sabemos si se está produciendo una pequeña subida de la presión arterial, si el corazón late a un ritmo algo superior al de hace cinco minutos, si aumentan los movimientos intestinales, etc. Pero esto no implica que acontecimientos de los que sí tenemos noticia —dolores o emociones—, no sean capaces de estimular al hipotálamo o al sistema límbico de manera que se produzca una alteración del funcionamiento del sistema nervioso autónomo y, como consecuencia, una modificación de la actividad de algunas vísceras: del ritmo cardíaco, de la secreción de saliva, de la presión sanguínea, de la movilidad intestinal, etc.
Un incorrecto funcionamiento del sistema nervioso autónomo producirá una serie de síntomas muy peculiares: diarrea (sobre todo por la noche), sudoración excesiva, taquicardias sin motivo aparente… o los fenómenos opuestos.

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