Mientras nuestro cerebro sea un arcano, el Universo, reflejo de su estructura, será también un misterio
(Santiago Ramón y Cajal)


26 de enero de 2008

Una sucinta clasificación de las emociones

Hay autores que hablan de emociones primarias o básicas, algunas de las cuales son universales, es decir, las presentan todos los individuos de la especie; se expresan mediante gestos no aprendidos, innatos, estereotipados. Unas son positivas, placenteras, como la alegría, otras negativas, dolorosas, como el pánico. Las emociones secundarias o sociales son la consecuencia del vínculo de unión entre las personas, unión que se produce para obtener la aprobación de los demás o el afecto. De manera similar, las emociones sociales son positivas cuando se produce una aceptación social, y negativas cuando generan un rechazo por parte de la sociedad. Con los datos que aporta la literatura científica, podemos afirmar que las emociones primarias y secundarias están relacionadas con estructuras cerebrales diferentes.
El neurólogo Antonio R. Damasio habla de emociones tempranas y adultas. Las primeras son innatas y, por tanto, están perfectamente incrustadas en el complejísimo entramado neural: son la respuesta a unas señales de lo que sucede en el medio, o de lo que acaece en nuestro organismo. Así, se puede tener miedo, por ejemplo, a los sonidos emitidos por un gato airado, a la presencia de un animal de gran tamaño o a un estrépito. Las emociones adultas son las que se expresan una vez que el individuo comienza a relacionar las emociones primarias con objetos y situaciones concretas, esto es, cuando es capaz de interpretar los contextos en los que suceden.
Es muy probable que usted, en alguna ocasión, se haya autoanalizado, o haya analizado la conducta de los demás (lo que es más frecuente). Y es que el solo hecho de evaluar, positiva o negativamente, nuestra forma de actuar en un determinado momento, o estudiar las acciones de los demás, o pensar que alguien que no lo merece consigue algo bueno, o que una persona que, a pesar de merecerlo, no alcanza cierto propósito, o recordar lo que nos ha sucedido o lo que nos podría haber pasado, cualquiera de estas cosas, repito, desemboca en emociones de deleite o pesar.

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